martes, 16 de abril de 2013

Salmo 99


Salmo 99 – Dale gracias: Él es fiel

La primera estrofa de este canto procesional (vs. 1-2) es una invitación a la alegría y a la acción de gracias, dirigida a toda la comunidad cultual en el momento de ingresar al Templo.
En la segunda estrofa, Israel reconoce con gratitud su condición de “Pueblo” y “rebaño” del único Dios (v. 3)
La estructura del Salmo parece indicar que este era cantado alternadamente por dos coros.

1. CON ISRAEL
* Este salmo 99 se clasifica entre los salmos del ritual de la Alianza. La Biblia nos refiere numerosas circunstancias en que Israel re-celebró la Alianza. Cada vez que un nuevo acontecimiento hacía experimentar la protección de Dios, o cuando se había incurrido en una gran infidelidad, se re-hacía la Alianza.

2. CON JESÚS
** Si hay un salmo que podemos colocar en los labios de Jesús, es éste. Imaginemos a Jesús cantando este salmo en Nazareth... O bien, por la tarde después de una predicación en que había hablado a las muchedumbres, del Padre... "Aclamad al Señor, tierra entera, servidle con alegría, venid a Él con cantos de alegría... Realmente el Padre es bueno, eterno es su amor, El es fiel"...

3. CON NUESTRO TIEMPO
*** Toda época ha estado necesitada de alegría. Pero la nuestra más que cualquier otra, la desea; estando como está amenazada por la difusión masiva de catástrofes a escala mundial.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios: que El nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre: "El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades".

Soy tuyo, Señor, porque soy oveja de tu rebaño. Hazme caer en la cuenta de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu pueblo en la tierra. No soy un individuo aislado, no tengo derecho a reclamar atención personal, no me salvo solo. Es verdad que tú, Señor, me amas con amor personal, cuidas de mí y diriges mis pasos uno a uno; pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotros es a través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido. Te gusta tratar con nosotros como un pastor con su rebaño.
Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas y miembro vivo del género humano.
Soy miembro del rebaño, porque tú eres el Pastor. Tú eres la raíz de nuestra unidad. Al depender de ti, buscamos refugio en ti, y así nos encontramos todos unidos bajo el signo de tu cayado. Mi lealtad a ti se traduce en lealtad a todos los miembros del rebaño. Me fío de los demás, porque me fío de ti. Amo a los demás, porque te amo a ti. Que todos los hombres y mujeres aprendamos así a vivir juntos a tu lado.
«Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño».

Somos tuyos, Señor, porque tú eres nuestro Dios y tú nos has hecho; concédenos servirte siempre con alegría y bendecir tu nombre, hasta que, terminada nuestra peregrinación terrena, entremos en tu presencia con vítores, confesando que tu misericordia ha sido eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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