lunes, 8 de abril de 2013

Salmo 91


Salmo 91 – Tus obras me llenan de alegría

En este canto de acción de gracias, el salmista descubre en su caso personal (vs. 5, 11-12) una manifestación de los designios providenciales de Dios (v. 6).
La suerte reservada a los impíos (vs. 8-10) y a los justos (vs. 13-16) revela la profundidad y la justicia de esos designios, que el “insensato” es incapaz de comprender (v. 7).

1. CON ISRAEL
Este salmo es un himno que se asemeja mucho al salmo I. Un hombre piadoso canta la "felicidad", que surge de su contemplación permanente de las "acciones" de Dios, obras de su "amor-fidelidad" (Hessed). En oposición, ve lo efímero de los impíos, cuyo éxito es sólo pasajero y frágil... Mientras los justos se arraigan en la solidez de Dios.

2. CON JESÚS
Jesús, más que nadie, fue el "justo", que sobreabundó en la felicidad de dar gracias al Padre "día y noche", y que "vivió en la casa de Dios".
Se comparó El mismo, como ocurre en este salmo, a un árbol lleno de "savia, y verdura": "Yo soy la viña, ustedes los sarmientos. Quien permanece en Mí producirá fruto en abundancia". (Juan 15,1-8).
Después de su fracaso aparente en la cruz, su Resurrección verificó la exactitud profética de este salmo: "Tú renuevas y refrescas mi vigor". Sí, Jesús "fructifica aún", dos mil años después de su muerte.

3. CON NUESTRO TIEMPO
El necio no comprende, no entiende. Efectivamente, hace falta una mirada interior, para comprender la acción y la presencia de Dios en el mundo. La Biblia llama frecuentemente "insensatos", "ininteligentes", a aquellos que se fían de apariencias superficiales, a aquellos que se dejan impresionar por el éxito "efímero" de "aquellos que hacen el mal". Nuestra fe es una sabiduría. Ella nos invita sin cesar a superar las apariencias, para ir hasta el fondo de las cosas.

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras. Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo, las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta. Aunque germinen como hierba los malvados y florezcan los malhechores, serán destruidos para siempre. Tú, en cambio, Señor, eres excelso por los siglos. Porque tus enemigos, Señor, perecerán, los malhechores serán dispersados; pero a mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo. Mis ojos despreciarán a mis enemigos, mis oídos escucharán su derrota. El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios; en la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, que en mi Roca no existe la maldad.

CANTO DE OPTIMISMO
¡Ojalá fueran todos los días como hoy, Señor! Me encuentro ligero y feliz, lleno de fe y de energía. Siento de veras todas esas quejas, protestas e incluso acusaciones que te hago cuando me encuentro mal. No me explico ahora cómo he podido ser tan ciego a tu presencia y tan olvidadizo de tus gracias, por mal que me haya sentido a ratos. Es verdad que hay momentos oscuros en la vida, pero también lo es que hay días maravillosos como el de hoy, en los que luce el sol y cantan los pájaros y me dan ganas de contarle a todo el mundo la felicidad que he encontrado en ti, que es la mayor felicidad que puede darse en este mundo y en el otro.
«Es bueno dar gracias al Señor y tañer para tu nombre, oh Altísimo».
Sólo el canto y la música pueden expresar la alegría que hoy siento, Señor. Vengan arpas, cítaras y laúdes a cantar las glorias de tu majestad, a proclamar a voz en cuello qué grande eres y qué maravilloso es estar a tu servicio y formar parte de tu pueblo.
No quiero predicar, no quiero discutir con nadie. Sólo quiero vivir la integridad de la felicidad que hoy me das y dejar que los demás vean lo auténtico de mi alegría. Mi único testigo es mi buen humor; mi mensajero es mi satisfacción personal.
«A mí me das la fuerza de un búfalo y me unges con aceite nuevo».
Ese es mi alegre temple de hoy. Gracias por él, Señor, haya de durar mucho o poco; y quede también firme desde ahora mi aceptación de cualquier otro temple que quieras enviarme, alegre o sombrío, según te plazca en el orden secreto de tu divino querer.
«Señor, tú eres excelso por los siglos».

Dios nuestro, es bueno darte gracias, porque tus obras son causa de alegría para nosotros; danos sabiduría, para que plantados en el terreno fértil de tu iglesia, aprendamos a alabarte todos nuestros días.

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