martes, 7 de mayo de 2013

Salmo 120


Salmo 120 – El Señor, tu guardián

La estructura dialogada de este Salmo parece indicar que los peregrinos lo cantaban en forma coral, durante la marcha hacia Jerusalén.
Un tono de serena confianza atraviesa todo el poema. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su puesto de guardia para proteger a sus fieles.
El bellísimo verso inicial se inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el Templo de Sión.

1. CON ISRAEL
Salmo de peregrinación, en ritmo de gradual, que hace pensar en un segundo coro que responde, haciendo eco, a las palabras del primer coro. Procedimiento poético literario. Todas las imágenes se inspiran en el tema de la peregrinación: a la salida, se explora el horizonte para orientarse en buena dirección, hacia "la montaña de Sión", lugar alto en que está construido el Templo... Luego se inicia la marcha, haciendo votos porque nadie se dañe los pies contra las piedras del camino... Finalmente, no bastaba llegar a la meta, era necesario volver al país de origen, de allí la alusión al viaje de "ida y vuelta".

2. CON JESÚS
El sentimiento dominante de este salmo, la confianza en un Dios que cuida de sus fieles, es una de las actitudes que Jesús trató de inculcar en sus oyentes. "No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre se complace en daros el reino". (Lucas 12,32). "No temáis, los cabellos de vuestra cabeza están contados". (Mateo 10,30). Jesús oró al Padre para que "guardara" a sus discípulos. (Juan 17,11).

3. CON NUESTRO TIEMPO
Dios no cesa de mantener su obra. "¡Dios no duerme!" El salmo 120 nos presenta un Dios vigilante, un Dios amante, un Dios siempre en acción, un Dios siempre dispuesto al servicio … En este momento Tú piensas en mí, Señor, en este momento Tú no duermes. Y cuando me uno a ti en un momento dado del tiempo, mediante la oración, Tú Señor, no has cesado jamás de "estar" conmigo, junto a mí.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. El Señor te aguarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

«El Señor es tu guardián, tu defensa a tu derecha».
Señor, yo estoy firme con la lanza o la espada en mi diestra, dispuesto a descargar el golpe, mientras mi brazo izquierdo sostiene el largo escudo que protege mi cuerpo. En esa postura quedan defendidos la parte frontal de mi cuerpo y el lado izquierdo, pero el lado derecho queda al descubierto mientras arrojo la lanza o esgrimo la espada en mortal cuerpo a cuerpo. Tú, mi guardián, lo sabes, y por eso te colocas a mi derecha, para proteger con tu escudo lo que yo dejo al descubierto con el mío. Ese es mi flanco vulnerable, el punto débil de mi defensa, y tú me lo cubres. Gracias, Señor, por saber tan bien los peligros de la guerra, los peligros del mundo, por conocer tan bien mis puntos flacos y prestarte a defenderlos con tu presencia.
Haz que caiga en la cuenta de mis puntos flacos, de las brechas en mis defensas. Abre mis ojos para que vea esos defectos que tengo y que mis amigos conocen a la perfección, y que yo soy el único que no veo.
Mantén la alerta constante a mi alrededor, Señor, pues siempre me quedan flancos expuestos, y necesito tu escudo que me proteja en los momentos de peligro.
«El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y tus salidas, ahora y por siempre».

Guardián de Israel, tú que no duermes ni reposas, acrecienta nuestra esperanza en tu auxilio y ayúdanos a vivir en paz, refugiados bajo tus alas, para que, seguros de que tú nos guardas de todo mal, avancemos en paz por las rutas de este mundo. Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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