domingo, 26 de mayo de 2013

Salmo 139

Salmo 139 – Tú eres mi refugio

Este Salmo es una súplica al Señor, defensor de los pobres (v. 13), contra la calumnia y la opresión.
+ Luego de evocar con expresivas imágenes la violencia y la maldad de sus perseguidores (vs. 3-6), el salmista dirige contra ellos una severa imprecación (vs. 9-12).
+ La súplica está acompañada de una profesión de inquebrantable confianza (vs. 7-8), fundada en la certeza de que Dios es justo y hace valer el derecho de los oprimidos (vs. 13-14).
+++ El presente salmo es atribuido al rey David. Nos sobrecoge su actitud orante y confiada. Sus enemigos, en especial Saúl, se ceban en él, por lo que acude a Yavé para que sea su auxilio y su escudo: «Señor, sálvame del hombre perverso, líbrame del hombre violento. En su corazón planean el mal, y provocan peleas todo el día. Afilan su lengua como serpientes, y bajo sus labios hay veneno de víboras».
+++ Como todos los salmos, también este es mesiánico, tiene su cumplimiento en Jesucristo. Nos llama poderosamente la atención que si, por una parte, David afirmó de Dios que él cubría su cabeza en sus batallas, por otra, contemplamos a Jesús, en su combate contra todo tipo de mal, abatido y, además, también con su cabeza cubierta... con una ignominiosa corona de espinas. Parece como si Yavé le hubiese abandonado a su suerte en la misión que le confió.
+++ En este combate que libramos a lo largo de nuestra vida, el Señor Jesús es nuestro escudo, nuestra espada, nuestro yelmo de salvación, el que cubre y protege nuestra cabeza en cada enfrentamiento que hacemos contra el poder de Satanás. Así nos lo atestigua el apóstol san Pablo: « ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el evangelio de la paz. (Efesios 6, 14)

Líbrame, Señor, del malvado, guárdame del hombre violento: que planean maldades en su corazón y todo el día provocan contiendas; afilan sus lenguas como serpientes, con veneno de víboras en los labios. Defiéndeme, Señor, de la mano perversa, guárdame de los hombres violentos, que preparan zancadillas a mis pasos. Los soberbios me esconden trampas; los perversos me tienden una red y por el camino me colocan lazos. Pero yo digo al Señor: "Tú eres mi Dios"; Señor, atiende a mis gritos de socorro; Señor Dios, mi fuerte salvador, que cubres mi cabeza el día de la batalla. Señor, no le concedas sus deseos al malvado, no des éxito a sus proyectos. Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre. Los justos alabarán tu nombre, los honrados habitarán en tu presencia.

JUSTICIA PARA LOS OPRIMIDOS
«Yo sé que el Señor hace justicia al afligido y defiende el derecho del pobre».
Renuevo mi fe en tu justicia, Señor, en medio de un mundo en el que tu justicia parece brillar por su ausencia. Lo he intentado todo: oración y acción, palabras y escritos, persuasión y revolución, y nada ha resultado. La injusticia sigue dominando al mundo.
No puedo resignarme a quedarme sentado y que las cosas sean como son. Tampoco puedo cambiar nada, a pesar de todos mis esfuerzos. Deseo con toda mi alma que triunfe la justicia, y veo triunfar a la injusticia por todos lados. Creo en un Dios justo, mientras vivo en una sociedad injusta. Eso me hace sufrir, Señor, y quiero que lo sepas.
Ya sé que tus puntos de vista son diferentes de los míos, que tú ves lo que yo no veo, que tu tiempo se mide en eternidad. Pero mi vida en este mundo no es eterna, Señor, y espero ver al menos algún destello de tu justicia mientras camino por la tierra.
Quiero unirme de corazón al sufrimiento de mis hermanos y hermanas para recordarte, en unidad de existencia y de fe, la agonía diaria de tu pueblo en la tierra.

Dios nuestro, damos fuerza a todos los cristianos para saber mantener un testimonio de amor en este mundo de guerra y odio; que nunca pueda acusarse a tu iglesia de favorecer la opresión de los pobres y humildes. Por Jesucristo, nuestro Señor.

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