José María Tomasi, Santo
Cardenal, 03 de Enero
Martirologio Romano: En Roma, san José María Tomasi, presbítero de la Orden de Clérigos
Regulares Teatinos y cardenal, quien, deseando ardientemente la renovación del
culto divino, se dedicó con tesón a la investigación y publicación de los
textos y documentos litúrgicos más antiguos, así como a la catequesis de niños
(† 1713).
Fecha de canonización: 12 de octubre de 1986, por S.S. Juan Pablo II.
El insigne servidor de Dios José María Tomasi, Cardenal, a quien el Papa Pío VII decoró con los honores de los Beatos en el año 1803, y el Sumo Pontífice Juan Pablo II inscribe solemnemente en el libro de los Santos, nació en Licata, Sicilia, diócesis de Agrigento, el día 12 de septiembre de 1649, hijo primogénito de Julio Tomasi y de Rosalía Traina, Príncipes de Lampedusa y Duques de Palma de Montechiaro.
Su vida estuvo orientada hacia Dios ya desde sus primeros años. Formado
y educado en la noble casa paterna, en la que no faltaban ni riquezas ni
virtudes, dio prueba de un espíritu muy dispuesto al estudio y a la piedad. Así
pues sus padres cuidaron con esmero su formación cristiana y su instrucción en
las lenguas clásicas y modernas, especialmente en la lengua española, en cuanto
destinado por la familia a la corte de Madrid, debiendo heredar de su padre,
por sus títulos nobiliarios, la dignidad de Grande de España.
Pero, ya desde su infancia, su espíritu aspiraba a ser pequeño en el
Reino de Dios, y a servir no a los reyes de la tierra, sino al Rey del Cielo.
Cultivó en su corazón ese piadoso deseo hasta que obtuvo el consentimiento
paterno para seguir su vocación a la vida religiosa.
Después de haber renunciado, mediante documento notarial, al principado
que le pertenecía por herencia, y al riquísimo patrimonio familiar, entró en la
Orden de Clérigos Regulares Teatinos, fundada por S. Cayetano de Thiene en el
año 1524. Emitió la profesión religiosa en la casa teatina de S. José de
Palermo el día 25 de marzo de 1666.
En el nuevo estado de vida, que abrazó para seguir la llamada de Cristo,
pudo dedicarse mejor a la piedad y al estudio. La sagrada liturgia lo había
atraído desde niño, ya desde entonces hubiera querido vestir los colores
litúrgicos del día. El canto gregoriano floreció muy tempranamente en sus labios,
que exultaban de alegría al cantar los salmos litúrgicos. Desde su adolescencia
conoció y apreció, como por innata disposición, las lenguas sagradas latina y
griega. Cursó los estudios filosóficos en Mesina, Ferrara,
Bolonia y Modena; obligado a esos desplazamientos por motivos de salud. La
teología la estudió en Roma, en la casa de S. Andrea della Valle.
En Roma, después de haber recibido el subdiaconado y diaconado, fue
ordenado sacerdote en la Basílica Lateranense por Mons. Giacomo de Angelis,
Arzobispo de Urbino, Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspar Carpegna, el día
23 de diciembre de 1673, el sábado de las témporas de Adviento. Dos días más
tarde, en la noche de Navidad, celebraba su primera misa en la iglesia de S.
Silvestre al Quirinal, sede entonces de la Casa Generalicia de los Padres
Teatinos.
La unción sacerdotal pareció que incardinaba definitivamente al P.
Tomasi en Roma y que le daba la ciudadanía romana. Aquí, en la casa de S.
Silvestre al Quirinal, durante casi cuarenta años a partir de su ordenación
sacerdotal, se dedicará con fecunda intensidad a la piedad, al ejercicio
humilde y perseverante de las virtudes y al estudio asiduo. Al conocimiento del
latín y griego, que adquirió en la adolescencia, añade ahora el de las lenguas
hebrea, siríaca, caldea y árabe.
Transportado por su eximio amor a los documentos antiguos de la Iglesia
y a las sanas tradiciones eclesiásticas, reputó que el dedicarse, con espíritu
de fe, a la publicación de raros libros litúrgicos y de antiguos textos de la
sagrada Liturgia, podía ser un buen camino para su perfección religiosa. De esa forma consiguió sacar a la luz muchos sagrados tesoros que yacían
olvidados en las bibliotecas.
De hecho, gracias a su multíplice ciencia de las cosas sagradas, editó
muchos volúmenes de argumentos bíblicos, patrísticos y principalmente
litúrgicos. De estas sea suficiente mencionar: Codices Sacramentorum nongentis
annis vetustiores (editado el año 1680); la edición crítica del Salterio en su
doble versión romana y galicana: los Antifonarios y Responsoriales de la
Iglesia Romana que estaban en uso en tiempos de S. Gregorio Magno (editados en
1686); la edición crítica de los títulos y argumentos de la Sagrada Biblia
según los códices del siglo V al siglo XI (publicada en 1688).
Por su vasta erudición y por sus excelentes y bien conocidas virtudes,
el P. Tomasi gozaba de tal fama y estima que eran muchos los que buscaban su
conocimiento y amistad y se honraban con ellos.
La Reina de Suecia Cristina Alejandra, lo quiso entre los miembros que
ornaban su círculo de doctos. La Academia Romana de la Arcadia lo enumeró entre
sus socios más ilustres. El docto Rabino de la Sinagoga de Roma, Moisés Cave,
que fue convertido al catolicismo por el P. Tomasi, discípulo suyo en la lengua
hebrea, lo consideraba amigo y padre en la fe.
Sin embargo, cuanto mayores eran las alabanzas que le tributaban sus
contemporáneos, tanto más procuraba permanecer escondido, hasta el punto de
publicar, por humildad, alguna de sus obras bajo pseudónimo.
El estar en relación con personas importantes y eruditas de su mismo
rango, no le impidió a Tomasi dedicar su atención a la formación de los simples
fieles para los que compuso: Vera norma di glorificare Iddio e di far Orazione
secondo la dottrina delle divine Scriture e dei Santi Padri, y también Breve
istruzione del modo di assistere fruttuosamente al Santo Sacrificio della
Messa, y además una versión reducida de Salmos elegidos y dispuestos para
facilitar la oración del cristiano.
Fue nombrado Consultor General de su Orden pero, por humildad, renunció
al poco tiempo a tal encargo aduciendo como motivo las muchas otras ocupaciones
por los encargos que ya tenía en la Curia Romana, entre los cuales, Consultor
de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de Indulgencias, y Calificador del
Santo Oficio.
Sus numerosas publicaciones de argumento litúrgico, en las que hermanaba
la piedad y la erudición, le granjearon el título de “Príncipe de los
Liturgistas Romanos” y el de “Doctor Liturgicus” con los que lo denominaban
algunos de sus contemporáneos.
En verdad, no pocas normas que, emanadas por la autoridad de los Romanos
Pontífices y por los documentos del Concilio Vaticano II, están hoy felizmente
en uso en la Iglesia, fueron ya propuestas y deseadas por el P. Tomasi. Entre
estas cabe recordar: la forma actual de la Liturgia de las Horas para la
oración del Oficio Divino; la distinción y el uso del Misal y del Leccionario
en la celebración de la Eucaristía; varias normas contenidas en el Pontifical y
en el Ritual Romano; el uso de la lengua vulgar que él mismo recomendaba en las
devociones privadas y en las oraciones hechas en común por los fieles; todo
ello encaminado a promover una más íntima y personal participación del pueblo
de Dios en la celebración de la Sagrada Liturgia.
Todas sus fatigas y premuras en la investigación y en el estudio, no
desviaron mínimamente al P. Tomasi de tender, constantemente y con todas sus
fuerzas, a la conquista de aquella perfección evangélica a la que Dios lo había
llamado desde su infancia. Era de ejemplo para los demás por su profunda
humildad, su espíritu de mortificación y sacrificio, su fiel observancia
regular, su mansedumbre, su pobreza, su piedad, su devoción filial a la
Santísima Virgen María. Ayudaba a los pobres, confortaba a los enfermos, tanto
en casa como en el hospital de S. Juan de Letrán. De este modo se unían
armoniosamente en él la sabiduría y la caridad.
Clemente XI, que conocía personalmente al P. Tomasi y admiraba sus
eximias virtudes y la difundida fama de su doctrina, lo nombró Cardenal del
Título de los Santos Silvestre y Martín al Monti, en el Consistorio del 18 de
mayo de 1712. Aceptó el cardenalato solamente por obediencia al mandato
explícito del Papa.
Colocado en ese sublime grado, como lámpara en el candelabro, iluminó con
el resplandor de sus virtudes de tal forma la Iglesia Romana, que muchos lo
veneraban como un nuevo S. Carlos Borromeo, al que se había propuesto imitar.
Unió a la dignidad cardenalicia todas aquellas virtudes que lo habían
distinguido como religioso teatino; no mutó lo más mínimo su precedente regla
de vida. Para su corte y para el servicio de su casa eligió, por motivos de
caridad, a personas pobres, débiles, claudicantes y con otras deficiencias
físicas.
En su Iglesia Titular de los Santos Silvestre y Martín al Monti, no sólo
participaba, con los clérigos de su familia, a las celebraciones litúrgicas de
los Padres Carmelitas, sino que también se dedicaba a enseñar a los niños y
demás fieles el catecismo de la doctrina cristiana.
Pero tamaño resplandor de buen ejemplo y de virtudes brilló por poco
tiempo. No se habían cumplido ocho meses de su cardenalato, cuando después de
haber tomado parte a la Capilla Papal de la Vigilia de Navidad en la Basílica
Vaticana, atacado por violenta pulmonía, expiraba santamente en su residencia
del palacio Passarini de vía Panisperna. Era el día 1 de enero de 1713.
El primer panegírico del Cardenal Tomasi lo pronunciaba el mismo Papa
Clemente XI en el Consistorio celebrado un mes después de su tránsito. “No
podemos disimular -dijo el Papa- el íntimo dolor que nos ha producido la muerte
del eximio y piadosísimo Cardenal Tomasi... Auténtico ejemplar de la más santa
y antigua disciplina, y de cuyas virtudes y doctrina tanto nos esperábamos
todavía”.
La fama de santidad que durante la vida acompañó al Cardenal Tomasi,
creció aún más después de su muerte. Por eso, después de solo cinco meses de su
piadoso tránsito, se empezó, por deseo de Celemente XI, el Proceso Canónico
Ordinario Informativo para su Beatificación. Después de haber superado
vicisitudes y dificultades de diverso tipo, Pío VII, aprobados dos milagros
atribuidos a la intercesión del Ven. Cardenal Tomasi, lo proclamó Beato el día
29 de septiembre de 1803.
Un nuevo milagro, atribuido a la intercesión del Beato José María
Tomasi, fue aprobado, con decreto del 6 de julio de 1985, por el Santo Padre
Juan Pablo II, para su Canonización.
Las reliquias de su cuerpo fueron trasladadas en el año 1971 desde la
Basílica de su título, Santos Silvestre y Martín ai Monti, a la Basílica de S.
Andrea della Valle de los Padres Teatinos, donde actualmente están expuestas a
la veneración de los fieles.
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