…en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
A lo
largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios
sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran
captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas. Al
parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas,
que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra
fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para
aprender a vivirlo con alegría nueva.
«Creo
en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra».
No
estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados, Dios
es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él
es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos sólo por amor, y
nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por
este mundo.
Su
nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de
él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue
mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la
fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.
«Creo
en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor».
Es el
gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre.
Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre:
en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios
humano, cercano, amigo.
Este
Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna
y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además,
el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si
olvidamos a Jesús, ¿Quién ocupará su vacío?, ¿Quién nos podrá ofrecer su luz y
su esperanza?
«Creo
en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida».
Este
misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de
nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor
que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de
nosotros. JAP
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