En el espacio entre
el reposo y la actividad física hay muchas variables que influyen en el
funcionamiento y rendimiento del bombeo cardíaco, por lo que es importante
diferenciar algunas de ellas para conocer nuestras pulsaciones en cada estado.
La frecuencia cardíaca es el número de veces que el corazón se contrae en una
determinada cantidad de tiempo. Este valor se expresa en pulsaciones por minuto
y se puede medir en las arterias periféricas. Para medir las pulsaciones, se
puede tomar el pulso en las muñecas o el cuello, aunque también existen
dispositivos cada vez más innovadores para controlarla.
En reposo, la
frecuencia cardíaca de un adulto suele estar en los 60 y los 100 latidos por
minuto; durante el ejercicio físico, estos valores pueden aumentar hasta los
200 latidos por minuto. En oposición a la frecuencia cardíaca en reposo se
encuentra la frecuencia cardíaca máxima, un límite teórico que orienta acerca
del máximo de pulsaciones que nuestro organismo puede alcanzar sin que nuestra
salud se vea afectada.
Todos los valores,
aun así, son meramente orientativos ya que la frecuencia siempre dependerá no
sólo de la edad, el peso, el sexo o la frecuencia de la práctica deportiva,
sino también de las condiciones ambientales, la postura o el estado
psicológico.
Pulsaciones “normales” en reposo
Según la Federación
Argentina de Cardiología, los valores normales en reposo serían los siguientes:
·
Frecuencia cardíaca en recién nacidos
de 0 a 1 mes de edad: 70-190 latidos por minuto.
·
Bebés de 1 a 11 meses de edad: 80-160
latidos por minuto.
·
Niños de 1 a 2 años de edad: 80-130
latidos por minuto.
·
Niños de 3 a 4 años de edad: 80-120
latidos por minuto.
·
Niños de 5 a 6 años de edad: 75-115
latidos por minuto.
·
Niños de 7 a 9 años de edad: 70-110
latidos por minuto.
·
Niños de 10 años o más y personas
adultas: 60-100 latidos por minuto.
·
Atletas bien entrenados: de 40-60
latidos por minuto.
Cuando la frecuencia
cardíaca en reposo está continuamente por encima o por debajo de los valores
normales puede ser indicio de un problema de salud (taquicardia o bradicardia,
respectivamente) por lo que podemos acceder a una plataforma para contactar con
cardiólogos donde puedan darnos información al respecto.
¿Cómo calcular nuestra frecuencia cardíaca máxima?
Existe una fórmula
“casera” para calcular nuestra frecuencia cardíaca máxima, aunque se trata de
una ecuación con limitaciones porque se creó en base a sujetos de menos de 55
años. Pero, sabiendo esto, puede resultar interesante como orientación o guía.
Para calcularla tan solo hay que restar la edad del sujeto a 220 (FCmáx = 220 –
la edad del sujeto).
La frecuencia cardíaca
máxima por edades se encuentra en torno a los siguientes valores en personas
adultas:
·
20 años: 200 latidos por minuto.
·
30 años: 190 latidos por minuto.
·
40 años: 180 latidos por minuto.
·
50 años: 170 latidos por minuto.
·
60 años: 160 latidos por minuto.
·
70 años: 150 latidos por minuto.
La frecuencia cardíaca
basal sería el extremo opuesto a la máxima, la mínima frecuencia que podemos
mantener para que nuestras constantes vitales sigan activas (que no es la mismo
que la de reposo). Aunque podamos medir estos valores en casa, es interesante
que sea un especialista quien valore, sobre todo, la frecuencia cardíaca
máxima, con una prueba de esfuerzo, en caso de que la persona necesite
conocerla por su desempeño deportivo.
Pulsaciones y deporte
La actividad física
entrena el organismo y consigue fortalecer el corazón. Un corazón sano es un
corazón entrenado, acostumbrado a gestionar cambios en el bombeo y a adaptarse
a ellos. Por eso, el ejercicio físico, aunque sea moderado, es tan importante
de cara a nuestra salud y bienestar. El entrenamiento deportivo mejora las
condiciones cardíacas ya desde la primera semana de práctica.
La tecnología,
además, se está convirtiendo en una gran aliada de la práctica deportiva,
existiendo cada vez dispositivos más sofisticados para medir nuestras
pulsaciones o el gasto energético. Así que, ¿por qué no aliarnos con ella?
Y si preferimos
métodos más analógicos, tan solo tenemos que probar a medir nuestra frecuencia
en diferentes momentos del día para hacernos una idea aproximada del estado de
nuestro corazón y animarnos a comenzar a practicar algún ejercicio. BP
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