A todos los abuelos y abuelas y a
todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Quiero aprovechar esta ocasión para expresarles nuestro
reconocimiento. A Ustedes les ha tocado formar a sus hijos en tiempos muy
complejos, de profundos cambios, algunos muy buenos otros no tanto. Pero todos
ellos han formado una realidad diferente a la que han logrado acoplarse con
gran velocidad y generosidad sin perder su fe y valores fundamentales.
La tarea de educar a los hijos nunca termina. Al principio de
la vida, cuando son niños, las enseñanzas son muy prácticas: instruirlos a
comer, caminar, vestirse, sentarse, lavarse, etc. Sin embargo cuando más
crecen, el desafío es más profundo y más humano, pues hay que ayudarlos a
entender los grandes rasgos de ser persona, pero sobre todo a sobrellevar la
vida, que es un torrente de oportunidades, limitaciones, alegrías y por
supuesto adversidades.
Los invitamos a seguir con perseverancia y generosidad su
tarea. Que en ningún hogar falte la palabra sabia, caritativa, prudente y
testimonial de los abuelos. Que nuestra sociedad siga contando con un caudal de
tradición que nos reúna, encuentre y sobre todo nos descubra el verdadero
sentido de la vida.
“Los ancianos son los que traen la historia, que nos traen la
doctrina, que nos traen la fe y que la dejan en herencia. Son los que, como el
buen vino envejecido, tienen esta fuerza dentro para darnos una herencia noble”
(S.S. Francisco. Homilía celebrada en la
misa del 19-Nov.-2013, Casa Santa Marta).
Los exhorto también a seguir participando de cada una de sus
parroquias, capillas y comunidades eclesiales. No solamente necesitamos
fortalecer la vida de las familias, Iglesias domésticas, sino también el
servicio que la Iglesia presta al mundo, en una dinámica de misión permanente,
transmitiendo el amor de Cristo a cada uno de los hombres y mujeres de este
tiempo.
Pidamos hoy a los Abuelos Santos: Simeón, Ana, Policarpo y
Eleazar, la gracia de custodiar, escuchar y venerar a nuestros antepasados.
Dios bendiga su vida, su paz y sobre todo su alegría, con la presencia del Dios
Uno y Trino. FJChR
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