Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín!
¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los
milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y
ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para
Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a
encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me
escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a
mí, rechaza al que me ha enviado».
«Quien a vosotros os
escucha, a mí me escucha»
Comentario: Rev. D. Jordi SOTORRA i
Garriga (Sabadell, Barcelona, España)
Hoy vemos a Jesús dirigir su
mirada hacia aquellas ciudades de Galilea que habían sido objeto de su preocupación
y en las que Él había predicado y realizado las obras del Padre. En ningún
lugar como Corazín, Betsaida y Cafarnaúm había predicado y hecho milagros. La
siembra había sido abundante, pero la cosecha no fue buena. ¡Ni Jesús pudo
convencerles...! ¡Qué misterio, el de la libertad humana! Podemos decir ‘no’ a
Dios... El mensaje evangélico no se impone por la fuerza, tan sólo se ofrece y
yo puedo cerrarme a él; puedo aceptarlo o rechazarlo. El Señor respeta
totalmente mi libertad. ¡Qué responsabilidad para mí!
Las expresiones de Jesús: «¡Ay
de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!» (Lc
10,13) al acabar su misión apostólica expresan más sufrimiento que condena.
La proximidad del Reino de Dios no fue para aquellas ciudades una llamada a la
penitencia y al cambio. Jesús reconoce que en Sidón y en Tiro habrían
aprovechado mejor toda la gracia dispensada a los galileos.
La decepción de Jesús es mayor
cuando se trata de Cafarnaúm. «¿Hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el
Hades te hundirás!» (Lc 10,15). Aquí
Pedro tenía su casa y Jesús había hecho de esta ciudad el centro de su
predicación. Una vez más vemos más un sentimiento de tristeza que una amenaza
en estas palabras. Lo mismo podríamos decir de muchas ciudades y personas de
nuestra época. Creen que prosperan, cuando en realidad se están hundiendo.
«Quien a vosotros os escucha, a
mí me escucha» (Lc 10,16). Estas
palabras con las que concluye el Evangelio son una llamada a la conversión y
traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús aún estamos a tiempo. La
conversión consiste en que el amor supere progresivamente al egoísmo en nuestra
vida, lo cual es un trabajo siempre inacabado. San Máximo nos dirá: «No hay
nada tan agradable y amado por Dios como el hecho de que los hombres se
conviertan a Él con sincero arrepentimiento».
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