I. DEFINICIÓN DE LA SENCILLEZ
1) La sencillez es apertura de corazón
Es dejar entrar a Dios en mi alma, sin cerrarle la puerta con el pestillo del egoísmo. “El ángel entró en la presencia de María”. ¡Qué fácil fue para Dios entrar en el corazón de María, alma sencilla, sin pliegues, sin fisuras! Dios no tuvo que derribar ningún muro en María.
Es apertura de corazón a Dios, que es mi creador, para que Él entre, se pasee como Dios, Señor de mi huerto, de mi palacio de Ítaca... derrumbando tal vez ídolos a los que nuestro corazón tal vez adora ya. Es ofrecer mi corazón a Dios para que Él obre a través de mí.
Pero también es apertura de corazón a mis hermanos: en un corazón sencillo hay prontitud para perdonar: no seamos basureros de rencores ni de resentimientos... perdonar las miserias de mis hermanos, comprenderlas. No rebajar, no asesinar, no fichar, no juzgar, no destruir, no criticar. Abrir el corazón al prójimo, a todos. La sencillez es librar el corazón de todo odio, malquerencia, venganza, librar mi corazón de todo más pensamiento sobre actitudes o comportamientos de mis hermanos.
2) La sencillez es apertura de mente
Es dejarse interpelar por Dios sin pedir explicaciones, sin cavilar, sin cerrarle la puerta con el pestillo de mi racionalismo. “María has hallado gracia delante de Dios”.
El alma que no es sencilla siempre está complicándose, pidiendo explicaciones de todo. Cuando la luz de Dios encuentra un prisma que descompone esa palabra de Dios que viene a través del superior o de las normas... estamos ante un alma que no es sencilla.
Cuando hay una nube que oscurece la claridad de Dios, con el pesimismo, el derrotismo, el desaliento, el tremendismo... estamos ante un alma que no es sencillez.
Cuando en nosotros encontramos una lente que desvíe esa luz de Dios, y en vez de penetrar la refracta, la desvía para que rebote... estamos ante un alma que no es sencilla.
Apertura de mente a Dios: que nos habla a través de su Palabra, los superiores, acontecimientos.
Apertura de mente a mis hermanos, para abrirme a las opiniones de los demás, sin querer imponer la mía.
3) La sencillez es apertura de voluntad
Es aceptar el plan de Dios sin regateos, sin cerrarle la puerta con el pestillo de mi tacañería. “Hágase en mí según tu palabra”. Es abandonar mi voluntad al querer de Dios. El hombre sencillo no tiene voluntad propia, la cede a Dios y Él se la potencia infinitamente.
En la voluntad del alma sencilla no se debe oír sino la voz de Cristo, el mandato de Cristo... no otras voces de mando.
4) La sencillez es apertura de mis sentimientos
Es intuir las necesidades y socorrer a los demás, sin cerrar el corazón con el pestillo de mi miopía y falta de abnegación. “Saludó a Isabel”, “No tienen vino”.
5) La sencillez es apertura de mi fe
Es descubrir la mano de Dios en el sufrimiento, sin rebelarme a Él. “Estaba de pie junto a la cruz de su Hijo”.
El alma sencilla ve en todo la huella de Dios.
II. CAMPOS DE LA SENCILLEZ
1) Sencillez con Dios: aceptar su plan.
2) Sencillez con los superiores: aceptarlos como son, con sus defectos y limitaciones, “factores que no les impiden ser los auténticos representantes de Dios”.
3) Sencillez con los demás: amoldándose a la gran riqueza que alberga una vida de comunidad en caracteres, temperamentos, personalidades, psicologías. Aporta alegría, optimismo, seriedad, responsabilidad, iniciativa, armonía.
4) Sencillez conmigo mismo: no hacerme líos, no cavilar. Esto me destroza por dentro. Al pan, pan; y al vino, vino.
III. ENEMIGOS DE LA SENCILLEZ
1) Soberbia
2) Racionalismo
3) Cavilaciones
4) Tacañería
5) Respeto humano y falsos temores
IV. FRUTOS DE LA SENCILLEZ
1) Todo se explica mejor: vocación, obediencia, compromisos.
2) Todo se penetra mejor: el corazón del hombre, las necesidades de la Iglesia, de la Legión, las Constituciones.
3) Todo se afronta mejor: la vida, el sufrimiento, la dificultad.
4) Todo se sana mejor: heridas de la mente, del corazón y de los sentimientos. AR
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