Texto del Evangelio (Jn 3,1-8): Había entre los fariseos un hombre llamado
Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabí,
sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las
señales que tú realizas si Dios no está con él». Jesús le respondió: «En
verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de
Dios».
Dícele
Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez
en el seno de su madre y nacer?». Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te
digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de
Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. No
te asombres de que te haya dicho: ‘Tenéis que nacer de lo alto’. El viento
sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.
Así es todo el que nace del Espíritu».
«El que no nazca de lo
alto no puede ver el Reino de Dios»
Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola
OFM (Barcelona, España)
Hoy, un «magistrado judío» (Jn 3,1) va al encuentro de Jesús. El
Evangelio dice que lo hace de noche: ¿qué dirían los compañeros si se enterasen
de ello? En la instrucción de Jesús encontramos una catequesis bautismal, que
seguramente circulaba en la comunidad del Evangelista.
Hace muy pocos días
celebrábamos la vigilia pascual. Una parte integrante de ella era la
celebración del Bautismo, que es la Pascua, el paso de la muerte a la vida. La
bendición solemne del agua y la renovación de las promesas fueron puntos clave
en aquella noche santa.
En el ritual del bautismo hay
una inmersión en el agua (símbolo de la muerte), y una salida del agua (imagen
de la nueva vida). Se es sumergido con el pecado, y se sale de ahí renovado.
Esto es lo que Jesús denomina «nacer de lo alto» o «nacer de nuevo» (cf. Jn 3,3). Esto es ‘nacer del agua’,
‘nacer del Espíritu’ o ‘del soplo del viento...’.
Agua y Espíritu son los dos
símbolos empleados por Jesús. Ambos expresan la acción del Espíritu Santo que
purifica y da vida, limpia y anima, aplaca la sed y respira, suaviza y habla.
Agua y Espíritu hacen una sola cosa.
En cambio, Jesús habla también
de la oposición de carne y Espíritu: «Lo nacido de la carne, es carne; lo
nacido del Espíritu, es espíritu» (Jn
3,6). El hombre carnal nace humanamente cuando aparece aquí abajo. Pero el
hombre espiritual muere a lo que es puramente carnal y nace espiritualmente en
el Bautismo, que es nacer de nuevo y de lo alto. Una bella fórmula de san Pablo
podría ser nuestro lema de reflexión y acción, sobre todo en este tiempo pascual:
«¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos
bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la
muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos
por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rom 6,3-4).
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