Texto del Evangelio (Jn 10,1-10): En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en
verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino
que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra
por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas
escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando
ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque
conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños».
Jesús les dijo
esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús
les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero
las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a
salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia».
«Yo soy la puerta de las
ovejas»
Comentario: P. Pere SUÑER i Puig SJ
(Barcelona, España)
Hoy, en el Evangelio, Jesús usa
dos imágenes referidas a sí mismo: Él es el pastor. Y Él es la puerta. Jesús es
el buen pastor que conoce a las ovejas. «Las llama una por una» (Jn 10,3). Para Jesús, cada uno de
nosotros no es un número; tiene con cada uno un contacto personal. El Evangelio
no es solamente una doctrina: es la adhesión personal de Jesús con nosotros.
Y no sólo nos conoce
personalmente, también nos ama personalmente. ‘Conocer’, en el Evangelio de san
Juan, no significa simplemente un acto del entendimiento, sino un acto de
adhesión a la persona conocida. Jesús, pues, nos lleva a cada uno en su Corazón.
Nosotros también lo hemos de conocer así. Conocer a Jesús no implica solamente
un acto de fe, sino también de caridad, de amor. Comentando este texto, San
Gregorio Magno nos dice: «Mirad si sois, en verdad, sus ovejas, si le conocéis.
Si le conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor». Y el amor
se demuestra con las obras.
Jesús es también la puerta. La
única puerta. «Si uno entra por mí, estará a salvo» (Jn 10,9). Y poco más adelante recalca: «Nadie va al Padre sino por
mí» (Jn 14,6). Hoy, un ecumenismo mal
entendido hace que algunos se piensen que Jesús es uno de tantos salvadores:
Jesús, Buda, Confucio…, Mahoma, ¡qué más da! ¡No! Quien se salve se salvará por
Jesucristo, aunque en esta vida no lo sepa. Quien lucha por hacer el bien, lo sepa
o no, va por Jesús. Nosotros, por el don de la fe, sí que lo sabemos.
Agradezcámoslo. Esforcémonos por atravesar esta puerta, que, si bien es
estrecha, Él nos la abre de par en par. Y demos testimonio de que toda nuestra
esperanza está puesta en Él.
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