La Cuaresma es
ese tiempo anual de oración y penitencia durante el cual la Iglesia prepara las
almas a celebrar el misterio de la Redención. De un modo simbólico la comunidad
cristiana, por medio del ayuno, la abstinencia y otros actos, algunos ya en
desuso, reconoce los dones divinos profusamente dispensados durante los eventos
de la historia de la salvación que duraron cuarenta días o cuarenta años.
Entre estos
eventos se encuentran el diluvio universal, la estancia de Moisés con Dios en
la montaña, la peregrinación de Israel por el desierto, el camino de Elías
hasta el Horeb, la predicación de Jonás a los ninivitas y las tentaciones de
Jesús.
Sobre el ayuno
podemos decir que desde los siglos II y III en muchas iglesias ayunaban Viernes
y Sábado Santos, y San Ireneo afirma que varias iglesias orientales ayunaban
durante toda la Semana Santa. En el siglo IV la Iglesia amplió este ayuno y
preparación para la fiesta de Pascua durante un período de cuarenta días, que
ahora conocemos como la Cuaresma.
Ayunar viene de
la costumbre judía en el Antiguo Testamento de diferir hasta la puesta del sol
la única comida permitida. Ésta costumbre pasó a la Iglesia cristiana donde se
observó muchísimo tiempo inviolablemente. Pero con el paso de los siglos, la
hora del alimento paso de la puesta del sol, al atardecer, hasta realizarla al
medio día, lo que hizo que algunos celosos de las tradiciones se molestasen por
este ‘relajamiento de las costumbres’. También podemos mencionar que durante
muchos siglos, el consumo de huevos, lácteos y otros alimentos como el vino
fueron prohibidos. En el siglo XX, el Papa San Pablo VI el 17 de febrero de
1966, levantó la obligación del ayuno diario, quedando sólo a los días
Miércoles de Ceniza y Viernes Santo.
En la
antigüedad no sólo las diversiones y espectáculos eran prohibidos por la
autoridad pública, sino que hasta los tribunales estaban cerrados para no
alterar la paz, y así darle las condiciones propicias al pecador, para que
reparase en las heridas de su alma y dispusiera su reconciliación con Dios. Ya
en el año 380 Graciano y Teodosio publicaron una ley que ordenaba a los jueces
suspendieran todo procedimiento y demanda durante la Cuaresma.
La cacería fue
considerada por largos años incompatible con la Cuaresma, por la relajación de
la moral y escándalo que le acompaña. En el siglo IX la prohibió el Papa San
Nicolás I, y en el siglo XIII San Raymundo de Peñafort, enseñó que no se podía
entregar la gente a este deporte durante la Cuaresma sin pecar inevitablemente.
Las guerras
debían suspender las hostilidades durante la santa Cuaresma. En el siglo IV
Constantino había ordenado que cesaran los ejercicios militares los domingos y
viernes, para honrar a Cristo que sufrió y resucitó en esos días. En el siglo
IX la Iglesia exigió para todo el mundo la suspensión de hostilidades durante
toda la Cuaresma.
Esto derivó
después en una época donde se aplicó la conocida ‘Tregua de Dios’, que era una
orden donde no se podían portar armas desde la tarde de los miércoles hasta los
días lunes de cada semana del año, con ello la Iglesia logró en toda Europa
poner fin al derramamiento de sangre. Esta ordenanza, sancionada por la
autoridad de los Papas y concilios, con el apoyo de todos los príncipes
cristianos, era una mera extensión, cada semana del año, de la disciplina, de
que toda actividad militar estaba prohibida en Cuaresma. JdeJBG
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