¿Existe algún truco para superar el malhumor y
recuperar la sonrisa? Santo Tomás de Aquino propone
cinco remedios de sorprendente eficacia contra la tristeza
1.
El primer remedio es concederse un placer
Es
como si el famoso teólogo hubiese intuido ya hace siete siglos la idea, tan
difundida hoy, de que el chocolate es antidepresivo. Quizá parezca una idea
materialista, pero es evidente que una jornada llena de amarguras puede
terminar bien con una buena cerveza.
Que
algo así sea contrario al Evangelio es difícilmente demostrable: sabemos que el
Señor participaba con gusto en banquetes y fiestas, y tanto antes como después
de la Resurrección disfrutó con gusto de las cosas bellas de la vida.
Incluso
un Salmo afirma que el vino alegra el corazón del hombre (aunque es preciso
aclarar que la Biblia condena claramente las borracheras).
2.
El segundo remedio es el llanto
A
menudo, un momento de melancolía es más duro si no se logra encontrar una vía
de escape, y parece como si la amargura se acumulase hasta impedir llevar a
cabo la tarea más pequeña. El llanto es un lenguaje, un modo de expresar y
deshacer el nudo de un dolor que a veces nos puede asfixiar. También Jesús
lloró.
El
Papa Francisco señala que «ciertas realidades de la vida se ven solamente con
ojos que han sido limpiados por las lágrimas. Invito a cada uno de vosotros a
preguntarse: ¿Yo he aprendido a llorar?»
3.
El tercer remedio es la compasión de los amigos
Me
viene a la cabeza el personaje del amigo de Renzo, en el famoso libro ‘Los novios’,
que en una gran casa deshabitada a causa de la peste va desgranando las grandes
desgracias que han sacudido a su familia.
«Son
hechos horribles, que jamás hubiera creído que llegaría a ver; cosas que quitan
la alegría para toda la vida; pero hablarlas entre amigos es un alivio».
Es
algo que hay que experimentar para creerlo. Cuando uno se siente triste, tiende
a ver todo de color gris. En esas ocasiones es muy eficaz abrir el alma con
algún amigo. A veces basta un mensaje o una llamada de teléfono breve y el
panorama se ilumina de nuevo.
Asomarse
a la ventana de la verdad y la belleza puede liberar el alma de las feas
paredes de la habitación de la tristeza
4.
El cuarto remedio contra la tristeza es la contemplación de la verdad
Es
el fulgor veritatis del que habla san Agustín. Contemplar el esplendor de las
cosas, en la naturaleza o una obra de arte, escuchar música, sorprenderse con
la belleza de un paisaje… puede ser un eficaz bálsamo contra la tristeza.
Un
crítico literario, pocos días después del fallecimiento de un querido amigo,
tenía que hablar sobre el tema de la aventura en Tolkien. Inició así: «Hablar
de cosas bellas ante personas interesadas es para mí un verdadero consuelo…»
5.
Dormir y darse un baño
El
quinto remedio propuesto por santo Tomás es el que quizá uno menos podría
esperar de un maestro medieval. El teólogo afirma que un remedio fantástico
contra la tristeza es dormir y darse un baño. La eficacia del consejo es
evidente. Es profundamente cristiano comprender que para remediar un mal
espiritual a veces resulta necesario un alivio corporal. Desde que Dios se ha
hecho Hombre, y por tanto ha asumido un cuerpo, el mundo material ha superado
la separación entre materia y espíritu.
Un
prejuicio muy difundido es que la visión cristiana del hombre se basa sobre la
oposición entre alma y cuerpo, y este último sería siempre visto como una carga
u obstáculo para la vida espiritual. En realidad, el humanismo cristiano
considera que la persona (alma y cuerpo) resulta completamente espiritualizada
cuando busca la unión con Dios.
Usando
palabras de san Pablo, existe un cuerpo animal y un cuerpo espiritual, y
nosotros no moriremos, sino que seremos transformados, porque es necesario que
este cuerpo corruptible se vista de incorruptibilidad, que este cuerpo mortal
se vista de inmortalidad.
«Nadie
considere extraño tomar un médico del cuerpo como guía para una enfermedad
espiritual», afirma santo Tomás Moro, reafirmando el pensamiento de su homónimo
medieval.
«El
cuerpo y el alma están tan estrechamente unidos que juntos forman una sola
persona, y así el malestar de uno de los dos genera en ocasiones el malestar de
ambos. Por tanto, aconsejaría a todos que, ante cualquier enfermedad del
cuerpo, se confiesen, y que busquen un buen médico espiritual para la salud del
alma; asimismo, aconsejo que para algunas enfermedades del alma, además del
médico espiritual, se busque el consejo del médico del cuerpo».
A
través de estos cinco remedios se realiza la promesa divina y humana de Jesús:
«Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se transformará en alegría». CdeM
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