Todos sabemos que ducharnos
con regularidad es esencial para mantener una buena higiene, pero para que la
ducha sea realmente efectiva y no perjudique nuestra piel, hay algunas cosas
importantes que hay que tener en cuenta. Algunos hábitos cotidianos pueden
perjudicar la piel, resecándola o dañándola, y muchos de ellos los hacemos sin
ni siquiera darnos cuenta.
La Dra. Ana Molina
especialista en dermatología en España, ha explicado cuáles son los errores más
habituales al ducharnos. ¿Cometes tú alguno de ellos?
1. Usar agua demasiado
caliente
El primer error que menciona
la Dra. Ana Molina es ducharse con agua demasiado caliente. Aunque una ducha
con el agua humeante pueda ser lo que más nos apetece en invierno, “el agua muy
caliente es deslipidizante”, explica la experta. Esto significa que puede
eliminar la fina capa de grasa o aceite natural que protege la piel (y el
cabello), con lo que puede dejarla más seca e incluso provocar picor. Por otro
lado, el agua demasiado fría, aunque pueda ayudar a despertarnos por la mañana,
no resulta nada relajante. Lo ideal es ducharse con agua templada para evitar
los problemas de piel y mantener a raya trastornos cutáneos como el eczema o la
piel seca.
2. Emplear productos muy
alcalinos
El segundo error que cita la
especialista es utilizar productos con pH muy alcalino. El pH es una medida que
indica cuán ácida o alcalina es una sustancia y que se expresa en una escala
que va del 0 a 14, en la que el 7 es el pH neutro. Hay muchos geles que se
publicitan como productos con pH neutro, dando a entender que este es el pH más
conveniente para nuestra piel. Sin embargo, tal como señala la dermatóloga, “la
piel no tiene un pH neutro, tiene un pH levemente ácido, en torno a 5,5”.
De acuerdo con la
especialista, no tiene sentido lavarse con productos con un pH demasiado
alcalino, lejano al de la piel, porque van a limpiar ‘demasiado bien’ y pueden
resultar agresivos para la piel. Lo más indicado es usar productos que respeten
el manto lipídico y la microbiota cutánea, el conjunto de microorganismos
beneficiosos que habitan en nuestra piel y que ejercen una función protectora y
defensiva frente a las agresiones externas.
3. Usar esponjas para frotar
la piel
La Dra. Ana Molina no
recomienda el uso de esponjas en la ducha, pues no son necesarias para
higienizar la piel. “Las esponjas sobre todo sirven para acumular bacterias y
para arañar la piel”, asegura. Y es que la humedad de las esponjas puede
convertirse en el caldo de cultivo para diversos microorganismos, si no se
cuidan bien. Además, si su textura es demasiado dura, las esponjas pueden
despojar a la piel de sus aceites naturales y su hidratación e irritarla, en
especial si es sensible o seca.
Frotar con la mano aquellas
zonas que pueden acumular suciedad o malos olores (genitales, axilas, los
pies…) y dejar que por el resto de la piel corra la espuma es suficiente para
limpiar de forma eficaz el cuerpo.
4. Elegir el gel en función de
si hace mucha espuma
Muchas personas creen que
cuanta más espuma más limpieza, esto no es más que una falsa creencia basada en
el marketing y en el atractivo visual que genera. Aunque a muchos les aporte
una sensación agradable, de limpio, “la espuma no es más que aire”, recalca la
experta. El poder limpiador del jabón proviene de sus moléculas especiales, que
tienen dos partes: una a la que le gusta el agua y otra a la que no. Esta
estructura única ayuda al jabón a romper la tensión superficial del agua, lo
que ayuda a que se extienda y llegue mejor a la suciedad, y a eliminar la
suciedad y el aceite.
A la hora de elegir un gel de
baño, lo que es importante es fijarse en factores como su pH, el tipo de piel
para el que está diseñado y en que esté elaborado con ingredientes suaves y
nutritivos y sin productos químicos agresivos. BP
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