No como alguien
que se aleja, sino como quien abre camino. Cristo no terminó su recorrido
en la última viñeta, ni se quedó sentado en el colofón.
Siguió bajando
escaleras.
Cruzó semáforos
en rojo.
Escuchó noticias
en la combi.
Miró el celular
de quien ya no reza, pero aún busca.
Porque Cristo
camina donde aún no lo reconocemos. Y mientras nosotros cerramos ciclos, Él
abre puertas. Mientras algunos lo encajonan en horarios o paredes, Él se
adelanta, camina ligero y se queda donde duele.
Esta nueva
etapa no es continuación: es respuesta.
Al mundo real.
A la ciudad que
no duerme.
A la vida que
sigue.
A la esperanza
que se obstina.
Seguiremos
buscándolo en lo improbable. Y si lo encontramos, contaremos lo que vimos.
Y si no lo vemos… al menos caminaremos en su misma dirección. RM
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