En el Día Mundial para la
Concienciación sobre el Síndrome de Ménière, que se celebró el 7 de febrero, la
Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello
(SEORL-CCC), recordó la importancia de acudir al otorrinolaringólogo cirujano
de cabeza y cuello ante la presencia de síntomas como vértigo, acúfenos e
hipoacusia para un correcto diagnóstico que permita indicar el mejor
tratamiento y también detectar posibles consecuencias, como la depresión.
Un metaanálisis publicado en “The Journal of Laringoly and Otology”
refleja que el 45,9% de los pacientes con Ménière tienen síntomas de depresión
tras analizar quince estudios de ocho países con 6.587 pacientes con una media
de edad de 55 años.
En el estudio se destaca que
los otorrinolaringólogos deben detectar también los signos de depresión y
derivar al paciente de síndrome de Ménière de manera adecuada para poder mejorar
su calidad de vida.
Este trastorno auditivo es el
tercer diagnóstico más común en las consultas de otoneurología y tiene una
incidencia de 12 a 15 por cada 100.000 habitantes, con un predominio algo mayor
entre las mujeres de mediana edad (entre los 40 y 60 años), según datos de la
SEORL-CCC.
El diagnóstico del síndrome de
Ménière
El diagnóstico de este
trastorno requiere la presencia de dos o más episodios de vértigo espontáneo,
hipoacusia neurosensorial de frecuencias bajas y medias y síntomas auditivos
fluctuantes, como hipoacusia, acúfenos o plenitud ótica.
La prueba más habitual es la
audiometría pero puede haber otro tipo de pruebas más específicas como las
llamadas vestibulares, que verifican el funcionamiento de los órganos del
equilibrio del oído interno.
¿Cómo tratar el vértigo?
El síndrome de Ménière se
caracteriza por la aparición de crisis agudas o episodios de vértigo intenso de
horas de duración y frecuencia variable. Con el paso del tiempo se puede
producir inestabilidad y pérdida auditiva.
• Durante las crisis, se
recomienda que el paciente permanezca en reposo y en silencio, sin realizar
ninguna actividad, ni movimientos o cambios bruscos de posición.
• En el momento agudo, se
pueden emplear sedantes vestibulares o antieméticos para reducir las posibles
náuseas o vómitos.
• En cambio, en los periodos
entre crisis se recomienda seguir un tratamiento de mantenimiento que consiste
en medidas higiénico-dietéticas como restricción de la sal y de la cafeína,
reducir el estrés y cuidar el descanso.
En muchos casos se prescribe
medicación como la betahistina o diuréticos para controlar la presión del oído
interno. En los casos que no respondan al tratamiento se puede utilizar
medicación intratimpánica que consiste en la inyección de fármacos en el oído
medio atravesando el tímpano con una aguja muy fina.
En los casos más graves, en
los que el tratamiento farmacológico no funcione, se pueden valorar distintos
tipo de intervenciones quirúrgicas para paliar las crisis vertiginosas, informa
la sociedad médica.
La rehabilitación del
equilibrio es un tratamiento complementario en aquellos pacientes que tienen
enfermedad estable, sin crisis vertiginosas, pero que padecen un desequilibrio
marcado que limita su actividad diaria. BP
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