Esto
también es contigo. No mires para otro lado.
Reflexión:
No hay fronteras entre tu vida y la del otro cuando sigues a
Cristo. No hay ‘yo’ y ‘ellos’. Hay un solo cuerpo. Y cuando una parte
sufre, todo el cuerpo lo siente (1 Co
12,26).
El hambre, el abandono, la violencia, la injusticia… aunque no estén
en tu mesa ni en tu calle, te
interpelan. Porque el Evangelio no te hace inmune al dolor, te lo
revela.
Y si no lo ves, es que ya te cerraste por dentro. Cristo no te llama a
ser espectador, te llama a ser prójimo. RM
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