Frotarse los ojos cada vez más
fuerte. El uso rutinario de pantallas, ambientes secos, resfriados, alergias...
el ojo pierde humedad, comienza el picor y empieza a molestar. Y ahí va el puño
contra el párpado, una y otra vez. “Las conjuntivitis alérgicas que cursan con
intenso picor de ojos son especialmente propensas a que los niños tiendan a
frotarse los ojos en exceso”, apuntó el Dr. Miguel Naveiras Torres-Quiroga,
especialista del departamento de Oftalmología de la Universidad de Navarra
(España).
Si nos imaginamos un balón o
una pelota nuestras manos estarían ejerciendo una presión continua contra la
malla que lo cubre a modo de escudo para evitar pincharse. La córnea de los
ojos se compone por unas fibras de colágeno, que serían esa malla, y cuya
función es la protección de la superficie ocular para que la visión no falle.
Cada vez que nos frotamos los
ojos de forma compulsiva, ejercemos cierta presión que conduce al
debilitamiento de este escudo orgánico y se dan roturas que provocan una
disminución progresiva de este tejido corneal, que termina deformándose. “El
frotamiento ocular empeora el ciclo inflamatorio en la superficie y es
relevante si hay una predisposición patológica en la estructura de colágeno de
la córnea”, añadió el Dr. Naveiras.
¿Cuáles son las señales de
alerta de un posible daño?
Un picor de ojos puede ser una
señal de una enfermedad incipiente, como el queratocono. El Dr. Luis
Fernández-Vega Cueto-Felgueroso, del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega
(Oviedo, España), enumera que, entre los signos de alerta de esta enfermedad
inflamatoria y progresiva de la córnea, “se encuentran la pérdida paulatina de
la vista, la visión borrosa, la distorsión de imágenes, la irritación, el dolor
ocular y un aumento de la sensibilidad a la luz brillante y al resplandor”.
Estudios recientes apuntan al
frotamiento ocular con el queratocono. Sin embargo, los autores de uno de
ellos, de la Universidad de Melbourne (Australia), explican que “las pruebas
actuales se limitan a un pequeño número de estudios de casos y controles que se
presentan como heterogéneos”. Por ello, aseguran que se precisan más estudios
para abordar esta relación del frotamiento ocular y su inducción, progresión
continua y gravedad del queratocono.
¿El exceso de pantallas es un
factor de riesgo? “Aún es pronto para determinar una vinculación directa”,
aclaró el Dr. Fernández-Vega. La vinculación a un ojo que se reseca por fijar
la vista durante horas a una pantalla, “precisa de estudios a largo plazo,
porque estamos ante un hábito recién adquirido en unas generaciones en las que
podremos observar el impacto en el futuro”, añadió.
El queratocono en un 25% de
los casos se hereda y, como aclara este especialista en córnea y cristalino, “suele
aparecer en la infancia o adolescencia y se detecta por la necesidad frecuente
de cambio de la graduación de las lentes y el frotamiento ocular compulsivo”.
El Dr. Naveiras subrayó que esta acción continuada debilita mucho esa
estructura y “es el factor de progresión a queratocono más importante”.
Aunque el oftalmólogo de
Navarra añadió que, en poblaciones predispuestas, como es la mediterránea, “se
pueden unir factores genéticos y de inflamación local en la superficie ocular
que debiliten la estructura de láminas de colágeno de la córnea”.
Una vez en la consulta, el
especialista realiza una exploración completa mediante una topografía corneal y
exploración microscópica en lámpara de hendidura. Además de las señales
mencionadas, hay pistas que pueden ser detectadas en la óptica, durante una
retinoscopía.
¿Cómo se evita el daño en la
córnea?
Además del ajuste de
graduación de gafa, los expertos prescriben métodos para evitar llevarse las
manos a los ojos: gotas de antihistamínicos y lágrimas artificiales que
disminuyan el estímulo.
Ambos insisten en que los
padres juegan un papel decisivo en niños pequeños para instruirles de que es
imprescindible evitar frotarse los ojos. "El juego tradicional de nuestros
abuelos que nos decían que “los ojos se frotan solo con los codos, sigue siendo
útil en esas edades”, comentó el Dr. Naveiras.
Si bien es cierto que la prevalencia
del queratocono es “afortunadamente poco frecuente”, apunta Naveiras, “se
estima que afecta al 0,05% de la población general. Está en el límite de ser
una enfermedad minoritaria”, añadió el Dr. Fernández-Vega. Una detección
temprana ayuda a reducir el número de pacientes que llegan a las fases más
avanzadas, “que suele ser lo habitual”, dijo el oftalmólogo.
Una vez que se diagnostica el
queratocono, se evalúa cada seis meses para conocer si es estable o progresivo.
En caso de ser progresivo, los especialistas enumeran un abanico de opciones
terapéuticas como el implante de segmentos intracorneales, crosslinking o en
casos muy avanzados (afortunadamente ya menos frecuentes) con trasplante
corneal laminar (DALK).
“El objetivo es ralentizar la
progresión de la enfermedad”, aseguraron. “Uno de los tratamientos quirúrgicos
más frecuentes del queratocono es el implante de segmentos intracorneales, unos
anillos transparentes de polimetilmetacrilato (PMMA), material inerte
totalmente biocompatible, que se colocan en el espesor de la córnea mediante el
uso del láser de femtosegundo para reforzarla, cambiar su geometría y devolver
el tejido a su forma original”, concluyó el Dr. Fernández-Vega. BP
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