sábado, 2 de febrero de 2013

Salmo 26


Salmo 26 – Mi luz y mi salvación

Estamos ante un salmo de confianza individual, con elementos de súplica. Una persona, que se ha refugiado en el templo de Jerusalén, confía plenamente en que el Señor la declarará inocente.
Tiene dos partes (1-6; 7-13) y una conclusión (14).
► La primera (1-6) expresa la confianza absoluta que el salmista deposita en el Señor. El fiel se sirve de imágenes relacionadas con el ámbito militar para expresar lo que siente. Para él, el Señor es como una fortaleza que nadie consigue destruir (1). Aunque sus enemigos sean tan numerosos como un ejército y le declaren la guerra, él seguirá confiando en Dios (3). También se compara a los adversarios con animales salvajes que desgarran y devoran la carne de las personas (2). El
salmista manifiesta su deseo de habitar para siempre en el templo, que recibe los nombres de «casa del Señor» (4), «cabaña» (5) y «tienda» (5. 6).
► La segunda parte (7-13) es una súplica nacida de la confianza. Los verbos en modo imperativo («escucha», «ten piedad», «no me escondas», «no rechaces», «no me dejes», etc.) demuestran que estamos ante una súplica individual.
► La conclusión es una invitación a la confianza: « ¡Espera en el Señor, mantente firme! ¡Ten ánimo y confía en el Señor!» (14). Debe de ser un sacerdote el que habla dirigiéndose al fiel, reforzando la idea de que Dios le va a hacer justicia sin demora.

1. CON ISRAEL
Compuesto quizá en dos ocasiones. En su estado actual, llama la atención el admirable ritmo de sentimientos:
-  Afirmación del credo "Dios es salvación".
-  Matiz: esta salvación conlleva una participación del hombre, un combate.
-  Este valor tiene una fuente: la oración.
-  Y la vida con sus combates sigue su curso, ansiosa.
-  Pero todo culmina de nuevo en una certeza, apoyada en Dios.

2. CON JESÚS
Una vez más, descubrimos que Jesús recitó este salmo. He aquí algunas alusiones conmovedoras:
"Los malvados se acercan para destrozar mi carne..." La flagelación, la pasión… "Falsos testigos se levantaron contra mi..." (Mateo 26,59)…  "¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?"  (Lucas 2,49).

3. CON NUESTRO TIEMPO
Una de las actitudes espirituales que el mundo moderno necesita más urgentemente es la esperanza. Tener confianza. Dar confianza. Tener fe en el éxito. Luchar por ello. La esperanza no es una virtud lenitiva y fácil: es una actitud de valor y fortaleza. No es solamente una virtud "humana", sino un "don del Espíritu", una virtud teologal que se fundamenta en la oración, en el deseo de intimidad con Dios... "¡La única cosa que busco!" ¿Es esto cierto? 

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos, enemigos y adversarios, tropiezan y caen. Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo. Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. El me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca; y así levantaré la cabeza sobre el enemigo que me cerca; en su tienda sacrificaré sacrificios de aclamación: cantaré y tocaré para el Señor. Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: "Buscad mi rostro". Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá. Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana, porque tengo enemigos. No me entregues a la saña de mi adversario, porque se levantan contra mí  testigos falsos, que respiran violencia. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor.

BUSCO TU ROSTRO
Este es el deseo de mi vida que recoge y resume todos mis deseos: ver tu rostro. Palabras atrevidas que yo no habría pretendido pronunciar si no me las hubieras dado tú mismo. En otros tiempos, nadie podía ver tu rostro y permanecer con vida. Ahora te quitas el velo y descubres tu presencia. Y una vez que sé eso, ¿qué otra cosa puedo hacer el resto de mis días, sino buscar ese rostro y desear esa presencia?
«Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro». Sé muchas cosas de ti, e incluso llegué a creer que bastaba con lo que sabía, y que eso era todo lo que yo podía dar de mí en la oscuridad de esta existencia transitoria.
Pero ahora sé que puedo aspirar a mucho más, porque tú me lo dices y me llamas y me invitas. Y yo lo quiero con toda mi alma. Quiero ver tu rostro. Tengo ciencia, pero quiero experiencia.

«Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo... y espera en el Señor».

Señor, Dios nuestro, fuerza de los que esperan en ti, tú que no entregaste para siempre a tu Hijo a la saña de sus adversarios, sino que lo escuchaste cuando te llamó y le concediste gozar de la dicha en el país de la vida, no nos escondas tampoco a nosotros tu rostro y haz que quienes te hemos llamado en el día del peligro podamos gozar de tu dicha, por los siglos de los siglos. Amén.

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