Juan María Boccardo, Beato
Presbítero y Fundador, 30 de Diciembre
Martirologio
Romano: En el pueblo de Pancalieri, cerca de
Turín, en Italia, beato Juan María Boccardo, presbítero, el cual, trabajando
infatigablemente en el cuidado de los ancianos y enfermos, fundó la
Congregación de Hermanas de los Pobres Hijas de San Cayetano (1913).
Nacido
en 1848 dedicó su vida a asistir a los enfermos durante la epidemia de cólera
de 1884. Fue Párroco de Pancalieri, al norte de Italia, fundó la congregación religiosa
de las Pobres Hijas de San Cayetano.
Don Juan
María Boccardo fue un hombre de profunda espiritualidad y, a la vez, un apóstol
dinámico, promotor de la vida religiosa y del laicado, siempre atento a
discernir los signos de los tiempos. Escuchando, en la oración, la palabra de
Dios, maduró una fe vivísima y profunda. Escribió: «Sí, Dios mío, lo que
quieres tú, lo quiero también yo».
Y ¿qué decir de su infatigable celo en favor de los más pobres? Supo acercarse a todas las miserias humanas con el espíritu de san Cayetano de Thiene, espíritu que infundió en la congregación femenina que fundó para el cuidado de los ancianos y los enfermos, y para la educación de la juventud. Hizo suya la invitación evangélica: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33).
Como el santo cura de Ars, del que era devoto, indicó a sus parroquianos, con su palabra y sobre todo con su ejemplo, el camino del cielo. El día de su ingreso en Pancalieri como párroco, dijo a los fieles: «Vengo aquí, queridos hermanos, para vivir como uno de vosotros, como vuestro padre, vuestro hermano y vuestro amigo, y para compartir con vosotros las alegrías y las penas de la vida (...). Vengo como servidor de todos, y cada uno podrá disponer de mí, y yo me consideraré siempre dichoso y feliz de poderos servir, buscando sólo hacer el bien a todos».
Se declaraba siempre hijo devoto de la Virgen, y a ella recurría con constante confianza. A una persona que le preguntó: «¿Es tan difícil ganar el Paraíso?», le respondió: «Sé devoto de María, que es su “puerta”, y entrarás». Su ejemplo sigue vivo en la memoria de la gente, que a partir de hoy puede invocarlo como intercesor en el cielo.
Murió el 30 de Diciembre de 1913, y beatificado por Juan Pablo II el 24 de Mayo de 1998, durante la celebración del V Domingo de Pascua en su visita apostólica a Turín.
Y ¿qué decir de su infatigable celo en favor de los más pobres? Supo acercarse a todas las miserias humanas con el espíritu de san Cayetano de Thiene, espíritu que infundió en la congregación femenina que fundó para el cuidado de los ancianos y los enfermos, y para la educación de la juventud. Hizo suya la invitación evangélica: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33).
Como el santo cura de Ars, del que era devoto, indicó a sus parroquianos, con su palabra y sobre todo con su ejemplo, el camino del cielo. El día de su ingreso en Pancalieri como párroco, dijo a los fieles: «Vengo aquí, queridos hermanos, para vivir como uno de vosotros, como vuestro padre, vuestro hermano y vuestro amigo, y para compartir con vosotros las alegrías y las penas de la vida (...). Vengo como servidor de todos, y cada uno podrá disponer de mí, y yo me consideraré siempre dichoso y feliz de poderos servir, buscando sólo hacer el bien a todos».
Se declaraba siempre hijo devoto de la Virgen, y a ella recurría con constante confianza. A una persona que le preguntó: «¿Es tan difícil ganar el Paraíso?», le respondió: «Sé devoto de María, que es su “puerta”, y entrarás». Su ejemplo sigue vivo en la memoria de la gente, que a partir de hoy puede invocarlo como intercesor en el cielo.
Murió el 30 de Diciembre de 1913, y beatificado por Juan Pablo II el 24 de Mayo de 1998, durante la celebración del V Domingo de Pascua en su visita apostólica a Turín.
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