Catalina Labouré, Santa
Religiosa, 31 de Diciembre
Fue la
santa que tuvo el honor de que la Santísima Virgen se le apareciera para
recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.
Martirologio Romano: En
París, Francia, santa Catalina Labouré, virgen de las Hijas de la Caridad, que
de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por su sencillez, caridad y
paciencia († 1876).
Fecha de beatificación: 28
de mayo de 1933 por el Papa Pío Pío XI.
Fecha de canonización: 27
de julio de 1947 por el Papa Pío XII.
Nota: Anteriormente
se la recordaba el 28 de noviembre.
Sus padres tuvieron
diecisiete hijos de los que vivieron nueve. Catalina era la séptima. Nació en
Fain-les-Moutiers (Francia), el 2 de Enero del 1806. Huérfana de madre desde
los nueve años, pasó la niñez entre las aves y los animales de la granja porque
tuvo que hacerse cargo de las faenas de la casa junto con su hermana pequeña
Tonina. Dos amas de casa, en una familia numerosa, que tenían doce y nueve
años.
Ella nota el tirón de la
vocación a la vida religiosa. Pero —los santos casi siempre lo tuvieron
difícil— tiene que vencer engorrosas y complicadas dificultades familiares para
poder realizarla. Incluso tuvo que trabajar como criada y camarera en los
negocios de dos hermanos mayores suyos durante algunas temporadas. Lo que pasa
es que, cuando Dios llama y uno persevera, las dificultades se superan.
Ingresó en las Hijas de
la Caridad que fundó San Vicente de Paul. El amor a Dios le lleva a cumplir
fielmente las ocupaciones habituales. Se desenvuelve en la vida sencilla y
escondida de una religiosa que tiene por vocación atender a los que están
limitados: asilos, hospitales, manicomios, hospicios etc., en donde hay
enfermos, sufrimiento, camas, cocina, ropas... rezos y ¡mucho amor a Dios!
Hubiera empleado su vida, como tantas religiosas santas, sin que su nombre
hubiera pasado a las líneas de la historia, de no habérsele aparecido la Virgen
Santísima en el mes de Julio del 1830 y luego varias veces más. Aún se puede
ver, en la rue du Bac, de París, el sillón de respaldo y brazos muy bajos,
tapizado de velludillo rojo en donde estuvo sentada Nuestra Señora en la
primera aparición. Aparte de otras cosas personales, le pide la Virgen que se
grabe una medalla con su imagen en la que aparezcan unos haces de gracia que se
derraman desde sus manos para bien de los hombres. Luego, esa medalla ha de
difundirse por el mundo. Es el comienzo de la Medalla Milagrosa.
Después pasó su vida
desempeñando trabajos escondidos y sin brillo propios de cualquier religiosa.
Nadie supo hasta la muerte de esta monjita bretona —no muy letrada— el hecho de
las apariciones que ella quiso guardar con el pudor propio de quien conoce la
grandeza, las finuras y la personal delicadeza del amor. Sólo tuvo conocimiento
puntual el P. Aladel, su confesor. Muere el 31 de Diciembre del 1876.
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