Día litúrgico: 26 de Diciembre (Día segundo de la octava de Navidad)
Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los
hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas;
y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis
testimonio ante ellos y ante los gentiles. Más cuando os entreguen, no os
preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os
comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino
el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los
matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere
hasta el fin, ése se salvará».
«Os entregarán a los tribunales y os
azotarán»
Comentario: Fray
Josep Mª MASSANA i Mola OFM (Barcelona, España)
Hoy, recién saboreada la profunda experiencia del
Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico. Podríamos pensar que
celebrar un mártir no encaja con el encanto navideño… El martirio de san
Esteban, a quien veneramos como protomártir del cristianismo, entra de lleno en
la teología de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para
derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el primero que derramó su sangre
por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán
a los tribunales y (…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis
testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente esto:
testigo.
Este testimonio de palabra y de obra se da
gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…)
hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los
Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección
magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que
todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo
que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.
En la narración de su martirio encontramos una
bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró
fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de
Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del
Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor,
no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del Maestro:
«Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).
Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él,
llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos
a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo,
mientras estamos en la tierra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario