Virgen, 05 Mayo
Martirologio Romano: En Somasca, cerca de Bérgamo, en
Italia, beata Catalina Cittadini, virgen, la cual, privada de sus padres desde
la más tierna edad, llegó a ser una paciente y competente maestra, cuidando con
esmero una institución dedicada a la educación cristiana de niñas pobres, y con
esta misma finalidad, fundó el Instituto de las Hermanas Ursulinas de Somasca.
Catalina Cittadini nace en Bérgamo el
28 de septiembre de 1801, sus padres fueron Giovanni Bautista y Margherita
Lanzani. Es bautizada el 30 de septiembre en la iglesia parroquial de San
Alejandro en Columna. En e1 1808, queda huérfana de madre y es abandonada por
su padre, Catalina junto a su hermana Judit, nacida en e1 1803, es acogida en
un orfanato del Conventino de Bérgamo. Bajo la guía del prior padre Giuseppe
Brena, vive una intensa vida cristiana, que contribuye a formar en ella una fe
solida, una profunda confianza en el Señor, una caridad activa, una tierna
devoción a la Virgen María, un gran sentido de responsabilidad y de
laboriosidad en orden al desenvolvimiento del propio deber. Después de haber
conseguido el diploma de maestra elemental, en el 1823 deja el Conventino para
trasladarse con su hermana a casa de sus primos sacerdotes Giovanni y Antonio
Cittadini que habitaban en Calolzio, parroquia de la Diócesis de Bérgamo.
Aquí las
hermanas permanecen cerca a dos años, encontrando en sus primos sacerdotes una
segura guía espiritual en un ambiente pastoralmente muy activo. Catalina se
desempeña, como maestra provisoria y en el 1824 como maestra estable, en la
escuela comunal femenina de Somasca, fracción de la Comuna de Vercurago cercano
a Calolzio. Con su hermana Judit madura el deseo de entrar en una congregación
religiosa. Piden, por esta razón, consejo al padre Giuseppe Brena, su director
espiritual en el Conventino de Bérgamo, el cual les indica que la voluntad de
Dios consiste en quedarse en Somasca: ellas mismas serán las piedras
fundamentales de una nueva familia religiosa en aquella pequeña región, ya
custodiada por la santidad de san Jerónimo Emiliano.
En el 1826,
juntamente a su hermana Judit, se traslada definitivamente a Somasca en una casa
que alquilan. En octubre del mismo año compra un inmueble que, ampliado con
ulteriores adquisiciones, será sede de un colegio de niñas y seguidamente del
Instituto Religioso de las Hermanas Ursulinas. En Somasca Caterina encuentra
una idónea guía a su vida espiritual en los Clérigos Regulares Somascos,
fundados por San Jerónimo Emiliano, en quien ella admira e imita el ejemplo de
caridad y pobreza.
La tarea de
maestra la introduce en la vida de la pequeña región de Somasca, donde Catalina
participa activamente en la vida parroquial: es maestra de la doctrina
cristiana, se inscribe en diversas confraternidades, participa con las
compañeras y alumnas en las sacras funciones, abre su casa para la acogida de
la juventud femenina, para animarla y recrearla, según el estilo oratoriano. Se
distingue por la atención hacia los más necesitados y los más pobres, la puerta
abierta, no sin grandes sacrificios de todo tipo, su obra benéfica a niñas
huérfanas o imposibilitadas de frecuentar la escuela comunal, o provenientes de
lugares lejanos.
Nace en 1832
la escuela privada «Cittadini» y en el 1836 el Colegio de Niñas, cuya dirección
es confiada a la hermana Judit. Las valoraciones positivas también sobre la
escuela privada y sobre la casa de educación se multiplican: en realidad la
formación de las educandas, inspirada en los valores de la vida cristiana,
prepara a las muchachas a realizar una elección sabia de vida, vivieron en un
cristianismo coherente, así que un excepcional testimonio contemporáneo puede
escribir: «La prueba más convincente y que basta de si sola a mostrar la óptima
instrucción que aquellas niñas recibían de las pías maestras, es el constante
florecimiento de aquel internado hasta ahora, consecuencia del buen resultado
de sus alumnas, las cuales no solo en Somasca se enriquecieron en toda virtud
religiosa, moral y civil, sino de aquellos artes que conviene a mujeres, y más
aún, llevaron tales ventajas para sus regiones, donde surgieron nuevas escuelas
o reedificaron las deterioradas, con tal progreso de la moralidad que aquellos
párrocos consideran todavía a las maestras Ursulinas de Somasca como las
principales benefactoras de los pueblos donde se establecieron».
Toda la vida
de Catalina está acompañada de grandes pruebas: en 1840 Judit muere imprevistamente,
con sólo 37 años; en 1841, con la muerte del padre Giuseppe Brena y de su primo
el padre Antonio Cittadini, le llegan a faltar otros valiosísimos apoyos. En
1842 Catalina es presa de un grave malestar, del cual sana prodigiosamente por
intercesión de la Virgen de Caravaggio y de san Jerónimo Emiliano.
En el 1845
debe dejar la actividad educativa en la escuela comunal, para dedicarse
enteramente al colegio de niñas, al cuidado de las huérfanas y a la guía de las
compañeras que estaban muy unidas a ella, decididas a compartir no sólo la
actividad educativa, sino también la entera consagración al Señor en la vida
religiosa. No fue fácil conseguir la aprobación de las reglas del nuevo
instituto, y de contratiempo en contratiempo, muere el 5 de mayo de 1857, sin
ver dicha aprobación, que llegará recién en diciembre de ese mismo año. Sin
embargo su obra perdura, y viene coronada en 2001 con la beatificación de la
fundadora por SS Juan Pablo II.
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