Texto del Evangelio (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a
Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’.
Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza.
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no
vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él
venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la
justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no
creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me
veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está
juzgado».
«Os conviene que yo me vaya»
Comentario: Fr. Joseph A. PELLEGRINO (Tarpon Springs,
Florida, Estados Unidos)
Hoy el Evangelio nos
ofrece una comprensión más profunda de la realidad de la Ascensión del Señor.
En la lectura del Evangelio de Juan del Domingo de Pascua, Jesús le dice a
María Magdalena que no se aferre a Él porque «aún no he subido a mi Padre» (Jn
20,17). En el Evangelio de hoy Jesús se da cuenta de que «por haberos dicho
esto, vuestros corazones se han llenado de tristeza» (Jn 16,6), por eso indica
a sus discípulos que «os conviene que yo me vaya» (Jn 16,7). Jesús debe
ascender al Padre. Sin embargo, todavía está entre nosotros.
¿Cómo puede irse y
quedarse al mismo tiempo? Este misterio lo explicó el Papa Benedicto XVI: «Y,
dado que Dios abraza y sostiene a todo el cosmos, la Ascensión del Señor
significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias al
hecho de estar con el Padre, está cerca de cada uno de nosotros, para siempre».
Nuestra esperanza se
halla en Jesucristo. Con su conquista sobre la muerte nos dio una vida que la
muerte no podrá nunca destruir, su Vida. Su resurrección es la verificación de
que lo espiritual es real. Nada puede separarnos del amor de Dios. Nada puede
disminuir nuestra esperanza. Las negativas del mundo no pueden destruir lo
positivo de Jesucristo.
El mundo imperfecto en
el que vivimos, un mundo donde sufren los inocentes, puede conducirnos al
pesimismo. Pero Jesucristo nos ha transformado en eternos optimistas.
La presencia viva del
Señor en nuestra comunidad, en nuestras familias, en aquellos aspectos de
nuestra sociedad que, con todo derecho, pueden ser llamados “cristianos”, nos
confieren una razón para la esperanza. La Presencia Viva del Señor en cada uno
de nosotros nos ha proporcionado alegría. No importa cuán grande sea el aluvión
de noticias negativas que los medios disfrutan presentándonos; lo positivo del
mundo supera con mucho a lo negativo, pues Jesús ha ascendido. Él, en efecto,
ha ascendido, pero no nos ha abandonado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario