Poco a poco
estamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en
contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir
entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos solo de bienestar.
No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven, Espíritu Santo, y libéranos del
vacío interior.
Hemos
aprendido a vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar
desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni
hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más
perdidos que nunca. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la desorientación.
Apenas nos
interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos
sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos, pero
también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. Pero no
encontramos sosiego ni paz. Ven, Espíritu Santo, y libéranos de la oscuridad y
la confusión interior.
Queremos vivir
más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué? Queremos sentirnos bien,
sentirnos mejor, pero ¿sentir qué? Buscamos disfrutar intensamente de la vida,
sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos solo con pasarlo bien: hacemos
lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué
queremos algo diferente? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a vivir
Queremos ser
libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos
vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido.
Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos.
Al sexo lo llamamos “amor”, y al placer “felicidad”, pero ¿quién saciará
nuestra sed? Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a amar.
En nuestra
vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada
dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz.
Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía.
Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al
Misterio. Ven, Espíritu Santo, y enséñanos a creer.
Creyentes y no
creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas
veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo, a todos nos dice
Jesús lo que un día dijo a sus discípulos, exhalando sobre ellos su aliento:
“Recibid el Espíritu Santo”. Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y
alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros y reavivar nuestra
existencia por caminos que solo él conoce. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario