Se
trata de un concepto que se originó a finales de la década de los 80 a raíz de
un estudio muy revelador. Científicos analizaron los cerebros de un grupo de personas
y encontraron cambios propios de haber padecido Alzheimer avanzado.
Sin
embargo, en vida, esos individuos no
mostraron síntomas de la enfermedad.
¿La
razón? “Tenían una reserva cognitiva lo suficientemente grande como para
compensar el daño y continuar funcionando como de costumbre”, señala Harvard
Health Publishing, la publicación de la Escuela de Medicina de Harvard en
el artículo ¿What is cognitive reserve?
Otras
investigaciones han demostrado que las personas con una mayor reserva cognitiva
pueden evitar con mayor eficiencia los síntomas de los cambios cerebrales
degenerativos asociados con la demencia u otras enfermedades cerebrales, como
el Parkinson, la esclerosis múltiple o un accidente cerebrovascular.
Esa
es una buena noticia y se vuelve aún más positiva porque es posible, a lo largo
de la vida, tratar de construir una ‘reserva cognitiva’ sólida para fortalecer
las redes del cerebro.
Entre
reservas
De
acuerdo con el doctor Manuel Vázquez Marrufo, catedrático del departamento de
Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla, la reserva cognitiva es
lo que en la psicología y las neurociencias se denomina un ‘constructo’, es
decir, un concepto que se usa para abordar una teoría, aunque “todavía no se
sabe a ciencia cierta qué correlatos fisiológicos están realmente detrás de
ella”.
El experto
la define como “una especie de propiedad” que tenemos -producto de la
experiencia- y que “efectivamente nos protege contra las lesiones que se van produciendo
en el cerebro”. Para la publicación de la
universidad estadounidense es “la capacidad de nuestro cerebro para improvisar
y encontrar formas alternativas de
hacer un trabajo”.
Vásquez
le explica a BBC Mundo que el cerebro posee mecanismos de plasticidad, basados
en factores genéticos, que permiten que haya una compensación cuando sufrimos,
por ejemplo, una lesión o un traumatismo. A eso se le llama reserva cerebral y
está más relacionada con la capacidad del cerebro para generar nuevas neuronas,
con la fortaleza de la sinapsis, con “el hardware del cerebro”, con su
estructura.
Por
su parte, la reserva cognitiva es la que se va acumulando a través de nuestras
actividades diarias y tiene más que ver con la actividad cognitiva que se ha desarrollado desde que se nace. De
esa forma, una combinación de lo que tengas en tu reserva cerebral y en tu
reserva cognitiva determinará “cómo el cerebro se enfrentará a las lesiones o a
las enfermedades neurodegenerativas”, señala el doctor.
O
como plantea el estudio “Cuestionario de reserva cognitiva: propiedades psicométricas
en población argentina”, publicado en la Revista de Neurología:
“Para
un mismo daño cerebral en dos pacientes con igual reserva cerebral, el paciente
con mayor reserva cognitiva podrá
tolerar mejor el daño y ralentizar las manifestaciones clínicas. Dicho
de otra manera, la reserva cognitiva designa el conjunto de recursos cognitivos
que una persona logra adquirir en el transcurso de su vida, y que confieren
protección frente al envejecimiento y la lesión cerebral”.
Activa
En
el libro Cognitive Reserve: Theory and Applications, Yaakov Stern,
profesor de Neuropsicología de la Universidad de Columbia, señala que la
reserva cerebral es un ejemplo de lo que se podría llamar un “modelo de reserva
pasivo”, en el que la misma “se deriva del tamaño del cerebro o del conteo
neuronal. En contraste, el modelo de reserva cognitiva sugiere que el cerebro activamente trata de sobrellevar el
daño cerebral por medio del uso de enfoques de procesamiento cognitivo
preexistentes o reclutando enfoques compensatorios”.
El
neurocientífico, que ha estudiado la reserva cognitiva por décadas, busca
entender “por qué algunos individuos muestran más déficit cognitivo que otros
teniendo el mismo grado de
patología cerebral”, indica en la página web de la universidad.
“Mi
propia investigación, y la de otros en el campo, ha demostrado que los aspectos
de la experiencia de la vida, como los logros educativos o laborales, pueden proporcionar una reserva
contra la patología cerebral, lo que permite que algunas personas se mantengan
funcionales por más tiempo que otras”.
En
el libro, Stern plantea que “la variabilidad individual en la reserva cognitiva
puede originarse en diferencias innatas o genéticas o en las experiencias de vida”.
El Estudio
de las Monjas
En
1986, un joven epidemiólogo llamado David Snowdon se acercó a las monjas de un
convento en Minnesota para llevar a cabo un estudio que buscaba examinar los
misterios del envejecimiento y el Alzheimer. El estudio, que se extendió varios
años, es considerado uno de los esfuerzos más innovadores para comprender la
enfermedad y pasó a la historia como Nun Study, el Estudio
de las Monjas.
Participaron
casi 700 religiosas, a quienes se le hicieron pruebas cognitivas y de memoria
cada año.
“La
Hermana Mary, el estándar de oro para el Estudio de las Monjas, fue una mujer
notable que tuvo un alto resultado en las pruebas cognitivas antes de su muerte
a los 101 años de edad. Lo
que es más notable es que mantuvo ese nivel alto a pesar de tener abundantes
ovillos neurofibrilares y placas seniles, las lesiones clásicas de la enfermedad de Alzheimer”, escribió el
doctor Snowdon.
El
estudio tuvo un momento crucial cuando el equipo de investigadores encontró un
archivador lleno de diarios escritos por las hermanas cuando ingresaron a la
orden, evocó el documental de la BBC Ageing with Grace.
El
equipo descubrió que aquellas hermanas que usaban oraciones e ideas más
complejas tuvieron menos probabilidades de desarrollar Alzheimer. A medida que
morían, se analizó el cerebro de cada hermana para obtener más información y
estas muestras ahora se almacenan en la Universidad de Minnesota.
La educación
y el entretenimiento
En
2017, un estudio internacional comisionado por la prestigiosa revista
científica The Lancet sobre la prevención y el cuidado de la
demencia halló que los individuos que siguen
aprendiendo o formándose durante toda la vida tienen una mayor
probabilidad de desarrollar las deseadas reservas cognitivas adicionales. Se
cree que existen factores externos que pueden mejorar nuestra reserva cognitiva
y no sólo se trata de la educación y del trabajo, sino de actividades
recreativas estimulantes de la vida diaria.
“La
influencia del ambiente es fundamental”, indica Vásquez.
“En
neurociencias y en psicobiología, sabemos que los genes determinan muchos
aspectos del sistema nervioso, pero el ambiente también modula esa construcción. Va a depender de tus
actividades, de esos factores externos que hayas potenciado, los que van a
generar unas reservas en algunos elementos cognitivos, como por ejemplo: la
memoria y el lenguaje”.
El
experto señala que siempre se le había dado un peso muy importante a la
educación formal, a aprender diferentes tipos de conceptos y materias
académicas. “Pero hay mucho debate sobre si las actividades de la vida diaria
como leer, tocar un instrumento, pueden ayudar a la reserva cognitiva. Incluso
hay resultados que apuntan a que su contribución a la reserva cognitiva es
incluso superior a la propia educación, por muchas horas que le dedicamos”. Eso
es “una controversia” en sí, reconoce el profesor, “pero lo que está claro es
que la gente que mantiene su mente ocupada siempre va a potenciar esa reserva
cognitiva y va a enfrentarse mucho mejor a los deterioros del envejecimiento”. Y
no necesariamente se refiere a las enfermedades neurodegenerativas, sino a
otros desafíos que puedan surgir.
La
publicación de Harvard indica que una reserva cognitiva más sólida también
puede ayudarnos a “funcionar mejor durante más tiempo si se está expuesto
a eventos inesperados de la vida,
como el estrés, una cirugía o toxinas en el medio ambiente”.
Vásquez,
quien se especializa en la esclerosis múltiple, ha visto cómo en jóvenes, “tener
una actividad diaria cognitiva, como leer, desarrollar una página web, hacer un
blog, puede ser positiva a la hora de enfrentar los posibles deterioros cognitivos
que provoque la enfermedad”.
Nunca es
tarde
No
importa la edad, todo apunta a que la reserva cognitiva se puede fortalecer y
enriquecer. De ahí la importancia de que en la tercera edad se sigan llevando a
cabo actividades que nos hagan ejercitar la memoria, la atención, el lenguaje.
“Eso nos va protegiendo del declive cognitivo natural que se produce con el
envejecimiento”, dice el académico. Y entre más rápido se empiece, mejor.
Por
ejemplo, tocar un instrumento musical “implica reclutar nuevas estructuras del cerebro o al menos intentar
que algunas que no se estaban empleando en su totalidad, se usen más”. El
bilingüismo y hablar varios idiomas también puede ser beneficioso para la
reserva cognitiva.
El
Centro de Diagnóstico e Intervención Neurocognitiva de Barcelona, que se
especializa en enfermedades neurodegenerativas y trastornos cognitivos, indica
que las prácticas diarias saludables que ayudan a mantener una mente activa “son factores potencialmente favorecedores para
desarrollar la reserva cognitiva”. Y propone algunas pautas:
·
Leer,
ya que estimula no sólo la atención y la concentración, sino la memoria y el
lenguaje.
·
Aprender algo nuevo, pues al hacerlo no sólo hay un estímulo cognitivo y
una adquisición de recursos y herramientas nuevas, “sino que de forma paralela
genera nuevas conexiones sinápticas que favorecerán la plasticidad cerebral
frente los cambios que se puedan dar en un futuro”.
·
Llevar una vida social activa.
·
No dejar de jugar, ya sea juegos de mesa, completar crucigramas o las
diferentes alternativas que se encuentran en internet. Lo clave es que “nos
permiten trabajar capacidades como la organización, la planificación, toma de
decisiones o la iniciativa, por ejemplo”.
·
Cambiar rutinas.
Aunque las rutinas le dan estabilidad a nuestra vida, “automatizar actividades
disminuye la activación cerebral puesto que cuando repetimos tareas el
aprendizaje disminuye y la activación cerebral cada vez es menor”. Así que en
ocasiones, bien vale la pena romper algún hábito.
Aunque
-se advierte en el libro editado por Stern- la reserva cognitiva es un concepto
complejo y más investigaciones son necesarias para ampliar nuestra comprensión
sobre ella, es fundamental ayudar al cerebro a mantenerse sano para enfrentar
cualquier percance. Varias de las recomendaciones ya son bien conocidas: no
fumar, hacer ejercicio regularmente, mantener un peso saludable, tratar la
hipertensión y la diabetes, dormir suficientes horas. Una vida activa pero sin
excesos la agradece no sólo el cuerpo, sino el cerebro. BBCNM
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