Viuda y
fundadora, 28 de Febrero
Elogio: (en
años bisiestos pasa al día 29) En
L'Aquila, en la región de los Abruzos, en Italia, beata Antonia de Florencia,
viuda, que, después de fallecer su esposo, fue fundadora y primera abadesa del
monasterio de Corpus Christi, conforme a la primera Regla de santa Clara.
País: Italia - †: 1472
Antonia nació
en Florencia en 1401. Poco se sabe de su infancia. A los 15 años se casó, tuvo
un hijo, y siendo éste todavía muy pequeño, ella enviudó. Para atender a las
necesidades del hijo, aceptó un nuevo matrimonio, con igual fortuna, pues el
marido murió pronto. Entonces decidió que ni el mundo era para ella, ni ella
para el mundo. Y una vez que el hijo pudo valerse por sí mismo, ella entró
entre las Hermanas Terciarias Regulares de San Francisco, fundadas por la beata
Angelina de Marsciano, que tenían entonces su convento en San Onofre, en
Florencia. Desde entonces el convento fue su pobre y durísima familia. Su única
ambición era santificarse. Con su forma de vida edificó a sus compañeras y
también mereció la estima de sus superiores. Fue enviada a Foligno, al convento
de Santa Ana, y luego a Aquila, al convento de Santa Isabel. Aquí tuvo como
director espiritual a san Juan de Capistrano, quien, junto con San Bernardino
de Siena, promovía la llamada «observancia».
Antonia sentía
la urgencia de una regla más austera, de una pobreza más rígida, de una
abnegación más perfecta. Con la aprobación de Nicolás V, y la bendición de san
Juan de Capistrano, Vicario general, en 1447 se retiró con doce compañeras al
monasterio del Corpus Domini para observar en todo su rigor la primera regla de
Santa Clara. San Juan de Capistrano le encomendó la dirección del monasterio
para que fuera modelo del nuevo espíritu «observante» también en la Segunda
Orden, la rama femenina franciscana.
Por muchos
años fue superiora modelo, reformadora de las costumbres, ejemplo de virtudes y
de obediencia. Sufrió desventuras y calumnias pero no la postraron. Venció sus
propias tribulaciones curando las ajenas. Al acercarse la muerte, llamó a sí a
sus cohermanas para recomendarles la exacta observancia de la regla y la
caridad fraterna. Tenía 71 años cuando murió, el 28 de febrero de 1472. La
ciudad de Aquila la veneró como santa desde su muerte. Aprobó su culto Pío IX
el 17 de septiembre de 1847.
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