Viuda y
fundadora, 22 de Febrero
Elogio: En Florencia, ciudad de Toscana, en
Italia, beata María de Jesús (Emilia) d'Outremont, nacida en Bélgica y madre de
cuatro hijos, la cual, al quedar viuda, y sin descuidar sus deberes maternos,
fundó y rigió la Sociedad de Hermanas de María Reparadora confiando en el
auxilio divino, y superadas no pocas enfermedades, al regresar a su patria
terminó su terrena peregrinación y descansó en el Señor.
País: Italia - †: 1879
Emilia d'Oultremont
nació en Wégimont, Lieja (Bélgica) el 11 de octubre de 1818, del conde Emilio
d'Oultremont y la condesa María de Lierneux de Presles. Contrajo matrimonio con
Victor van der Linden, Barón d'Hooghvorst, en octubre de 1837, en Lieja. Del
matrimonio nacieron cuatro hijos. En 1847 queda viuda y orienta su ya piadosa
vida hacia abrazar la vida religiosa.
En 1854,
durante una larga e intensa oración en la capilla del castillo familiar en
Bauffe, la propia beata dice que le fue revelado por la Virgen que Dios
esperaba de ella la fundación de una congregación de reparación de los ultrajes
cometidos al Santísimo. El nacimiento oficial de la nueva familia religiosa
tuvo lugar el 1 de mayo de 1857 en Estrasburgo, bajo el nombre de «Instituto de
María Reparadora». Aunque de hecho lo dirigía, no ingresó ella misma en el
instituto mientras tuvo a su cargo la educación de sus propios hijos.
Sus hijas
mujeres la siguieron en la vocación religiosa. La beata murió el 22 de febrero
de 1879, y su tumba se encuentra en la Iglesia de la Santa Cruz y San
Bartolomé, en Roma. Estas son las palabras en la homilía de la misa de
beatificación por SS Juan Pablo II, el 12 de octubre de 1997:
En la
segunda lectura de la liturgia, hemos escuchado: «La palabra de Dios es viva
(...), penetra hasta lo más íntimo del alma» (Hb 4, 12). Emilia d’Hooghvorst
acogió esta palabra en lo más profundo de su corazón. Aprendiendo a someterse a
la voluntad de Dios, cumplió ante todo la misión de todo matrimonio cristiano:
hacer de su hogar «un santuario doméstico de la Iglesia» (Apostolicam
actuositatem, 11). Habiendo quedado viuda, impulsada por el deseo de participar
en el misterio pascual, la madre María de Jesús fundó la Compañía de María
Reparadora. Con su vida de oración, nos recuerda que, en la adoración
eucarística, donde acudimos a la fuente de la vida que es Cristo, encontramos
la fuerza para la misión diaria. Ojalá que cada uno de nosotros, cualquiera que
sea nuestro estado de vida, «escuche la voz de Cristo», «que debe ser la regla
de nuestra existencia», como solía decir ella. Esta beatificación es también
para las religiosas de María Reparadora un estímulo a proseguir su apostolado,
prestando una atención renovada a los hombres de nuestro tiempo. Según su
carisma específico, responderán a su misión: despertar la fe en nuestros
contemporáneos y ayudarles en su crecimiento espiritual, participando así
activamente en la edificación de la Iglesia.
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