Lo que sabemos de ella es que tuvo un hijo varón y tres o cuatro hijas mujeres; perdió a su marido pronto, y tuvo que llevar adelante ella sola el cuidado de los hijos, a quienes formó para consagrarlos a Dios. Efectivamente, el varón, llamado Lucio, ingresó al clero, y las tres o cuatro mujeres (cuyos nombres parece que fueron Lucía, Perpetua, Victoria y Cándida) consagraron su virginidad a Cristo.
Tal como lo diríamos hoy, Juliana se santificó en la vida de todos los días, aunque ayudó a su fama de santidad que su tumba no estuvo exenta de milagros. Posiblemente murió en los primeros años del siglo V, a los 70 o 75 años de edad aproximadamente.
Nada es seguro de lo que se conserva del culto de santa Juliana, y el artículo de los Bolandistas, con su superposición de versiones sobre los distintos aspectos, presentan el rompecabezas sin llegar a resolverlo. Es interesantísima la bula, que transcriben in extenso, aunque lamentablemente no hay un acuerdo sobre a qué papa perteneció, lo que implica también que podría no ser auténtica. La identificación entre Juliana de Bolonia y Juliana de Florencia no es segura, pero el Nuevo Martirologio Romano, al suplantar la Juliana de Bolonia que aparecía en el MR anterior por la de Florencia, la da por supuesta.
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