El 20 de julio de 1936 una horda de milicianos quemó la iglesia que estaba junto al colegio de los Hermanos. Estos tuvieron que huir y el H. Félix se puso en camino hasta el Monasterio de Montserrat, donde había una peregrinación. Allí encontró a sus padres. Con ellos regresó a casa en un autobús requisado por el Ayuntamiento de Barcelona. En su casa vivía con suma sobriedad, rezando y estudiando. Salía lo menos posible. Pero cierto día se encontró con el señor Adolfo Calonge, de Monistrol, muy relacionado con los Hermanos, y se dio cita para encontrarse con él el 11 de marzo. Dicho señor era conocido por sus convicciones religiosas y los milicianos le espiaban. Cuando se encontró el 11 de marzo con el H. Félix José, les detuvieron a ambos.
En documentación posterior se supo que el 18 de marzo de 1937 compareció ante el tribunal. Al regresar a su celda después de una declaración estaba tan desfigurado que los compañeros no lo reconocieron. Según explicó él mismo, para obligarle a “renegar de su religión”, cosa que no lograron, le torturaron cruelmente. El 19 de marzo de 1937 lo echaron, aún vivo, a los cerdos o lo quemaron, cerca de donde estaba el colegio San Antón, que había sido de los Escolapios. Tenía 28 años.
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