El segundo concilio de Toul, reunido el 860 en Tusey y en cuyos documentos se incluye la firma de Humfrido, describe bien la situación de las Galias en aquel período: «Con la ayuda de Dios comenzamos describiendo las condiciones actuales y los riesgos que las personas que se encuentran bajo nuestra guía deben afrontar. Confesamos que nuestros pecados han contribuido al desprecio del cual se encuentran las leyes tanto humanas como divinas, admitimos que todas las órdenes religiosas se encuentran revueltas, que no hay más que blasfemias, mentiras, adulterios y homicidios. Observamos que la sangre se mezcla a la sangre; que la tierra esta saciada de ella, y que todos los habitantes están enfermos». El canon 5 trata del clero y los monjes disolutos: «nuestros pecados han hecho que muchos lugares dedicados a Dios hayan sido destruidos por cristianos renegados y por la crueldad de los normandos, y aprovechándose de eso, muchos sacerdotes y hermanos contumaces hayan vuelto a sus propios intereses, sin ninguna autorización eclesiástica y sin ninguna vergüenza: alejándose vagabundos del rebaño de Dios».
La diócesis de Thérouanne fue particularmente castigada por los normandos, que allí dónde podían acercar las naves, desembarcaban, destruían la región, devastaban los campos, incendiaban las ciudades, y quemaban los villorrios. Hacia Pentecostés del 861 sometieron al asedio al monasterio de Saint-Bertin, en Saint-Omer, al que incendiaron después de haberlo saqueado y matado cuatro monjes. También Thérouanne fue atacada y el obispo se vio obligado a huir. Humfrido, lleno de dolor, pidió al papa san Nicolás I poder retirarse a un monasterio, pero el pontífice con gentileza pero firme, le respondió: “¿no sabes, queridísimo hermano, que sí es peligroso para el capitán abandonar la nave cuando el mar está en calma, es mucho peor dejarla cuando el mar está bravo?”.
No bien se retiraron los piratas normandos, Humfrido retornó a la ciudad y, después de haber tomado de nuevo posesión de su sede, convenció con amabilidad a la gente para que retornara a sus casas, y reconstruyese incluso el santuario. Desde el 864 le fue confiado también el cargo de Abad de Saint-Bertin, hasta que en el 868, Carlos el Calvo lo reemplaza con otro prelado de entre su gente. Humfrido continuó ejerciendo su ministerio como obispo de Thérouanne hasta su muerte, ocurrida en el 871. A él se debe la introducción de la solemnidad de la Anunciación, que vino a ser fiesta de precepto en toda la diócesis.
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