Tras su reunión celebrada del 20 al 23 de marzo, el Grupo de Expertos en
Asesoramiento Estratégico (SAGE) sobre inmunización de la OMS, revisó la hoja
de ruta para priorizar el uso de las vacunas contra la COVID-19, a fin de
reflejar el impacto provocado por la variante ómicron y el alto nivel de
inmunidad de la población debido a la infección y la vacunación.
La hoja de ruta mantiene la prioridad del SAGE de proteger a las
poblaciones expuestas a un mayor riesgo de muerte y enfermedad grave a causa de
la infección por SARS-CoV-2, y sigue destacando la necesidad de preservar la
resiliencia de los sistemas de salud. De nuevo, la hoja de ruta compara la
relación costoeficacia de vacunar contra la COVID-19 a las personas en menor
riesgo, es decir, los niños y adolescentes sanos, con la de otras
intervenciones de salud. Además, incluye recomendaciones revisadas sobre las
dosis de refuerzo adicionales y acerca del intervalo de tiempo entre los refuerzos.
También analiza el efecto actual de las vacunas por lo que respecta a la
reducción de las afecciones posteriores a la COVID-19, pero las pruebas
empíricas sobre el alcance de su impacto son inconsistentes.
«Se ha actualizado la hoja de ruta para reflejar que una gran parte de
la población está vacunada, se ha infectado previamente por COVID-19, o bien
ambas cosas. La hoja de ruta revisada vuelve a enfatizar la importancia de
vacunar, incluso con refuerzos adicionales, a quienes aún están en riesgo de
enfermedad grave, que son principalmente adultos mayores y personas con
afecciones subyacentes», declaró la presidenta del SAGE, la Dra. Hanna Nohynek.
«Los países deben tener en cuenta su contexto particular cuando decidan si
siguen vacunando a los grupos de riesgo bajo, como los niños y adolescentes
sanos, sin que ello suponga comprometer la administración de las vacunas
rutinarias, que tan importantes son para la salud y el bienestar de este grupo
de edad».
La versión revisada de la hoja de ruta establece tres grupos de
prioridad para la vacunación contra la COVID-19: alta, media y baja. La
definición de estos grupos se basa principalmente en el riesgo de enfermedad
grave y muerte, y tiene en cuenta cuestiones como la eficacia de la vacuna, la
relación costoeficacia, los factores programáticos y la aceptación por parte de
la comunidad.
El grupo de prioridad alta incluye a las personas mayores, a los adultos
jóvenes que padecen comorbilidades importantes (por ejemplo, diabetes y
cardiopatías), a las personas con afecciones de inmunodeficiencia (por ejemplo,
personas que viven con el VIH y receptores de trasplantes), incluidos los niños
de 6 meses o más, a las personas embarazadas y al personal de salud de primera
línea.
Con respecto al grupo de prioridad alta, el SAGE recomienda administrar
una dosis de refuerzo adicional en un plazo de 6 o 12 meses tras la última
dosis, dependiendo de factores como la edad y las afecciones de
inmunodeficiencia. Cualquier recomendación sobre la vacuna contra la COVID-19 solo
es válida durante un tiempo determinado, y únicamente se refiere al escenario
epidemiológico actual. En consecuencia, no se debe interpretar que se
recomienda administrar dosis de refuerzo adicionales cada año de manera
continuada. El objetivo es ayudar a los países a planificar a corto y medio
plazo.
El grupo de prioridad media incluye a los adultos sanos sin
comorbilidades, generalmente de edades inferiores a entre 50 y 60 años, y a
niños y adolescentes con comorbilidades. Para el grupo de prioridad media el
SAGE recomienda la primovacunación y la primera dosis de refuerzo. Aunque los
refuerzos adicionales son seguros para este grupo, el SAGE no los recomienda de
forma sistemática, ya que, en términos comparativos, ofrecen unos beneficios
bajos en materia de salud pública.
El grupo de prioridad baja incluye a los niños y adolescentes sanos de
entre 6 meses y 17 años. Las dosis primarias y de refuerzo son seguras y
eficaces en los niños y adolescentes. Sin embargo, teniendo en cuenta la baja
carga de morbilidad de este grupo de edad, el SAGE insta a los países que estén
considerando su vacunación a que fundamenten sus decisiones en factores
contextuales, entre ellos, la mencionada carga de morbilidad y la relación
costoeficacia, así como otras prioridades sanitarias o programáticas y los
costos de oportunidad.
En términos comparativos, los beneficios sanitarios que aporta vacunar a
niños y adolescentes sanos son mucho menores que los beneficios consolidados de
las vacunas esenciales administradas tradicionalmente a los niños (por ejemplo,
las vacunas contra el rotavirus y el sarampión y la antineumocócica conjugada),
y que los beneficios que ofrecen las vacunas contra la COVID-19 en los grupos
de prioridad alta y media. Los niños con afecciones de inmunodeficiencia y con
comorbilidades tienen un mayor riesgo de sufrir la forma grave de la COVID-19,
de manera que están incluidos en los grupos de prioridad alta y media,
respectivamente.
Aunque, en general, la carga de COVID-19 grave entre los bebés menores
de 6 meses es baja, sigue siendo mayor que la correspondiente a los niños de
entre 6 meses y 5 años. La vacunación de las personas embarazadas, incluso con
una dosis adicional si han pasado más de seis meses desde la dosis anterior,
protege tanto a la madre como al feto, y a su vez tiende a reducir la
probabilidad de que los bebés sean hospitalizados a causa de la COVID-19.
Los países que ya disponen de una política sobre la administración de
refuerzos adicionales deben examinar cómo evoluciona la necesidad en función de
la carga nacional de morbilidad, la relación costoeficacia y los costos de
oportunidad.
Aparte de la hoja de ruta, el SAGE también actualizó sus recomendaciones
sobre las vacunas bivalentes contra la COVID-19, y ahora recomienda a los
países que consideren la posibilidad de realizar la primovacunación con la
vacuna bivalente de ARNm de la subvariante BA.5. BP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario