Los Centros para el Control y la Prevención de
Enfermedades (CDC) emitió alertas
por dos brotes del virus Marburg en África: se han
registrado casos en Guinea Ecuatorial y Tanzania.
Aunque la entidad de salud pública dijo que el
riesgo de que el virus cruce el océano es bajo,
recomendó que los médicos estuvieran atentos a pacientes que
hubieran viajado recientemente al los países afectados.
El 25 de febrero la OMS confirmó los primeros
nueves casos en Guinea Ecuatorial, y desde entonces, este virus primo
hermano del Ébola ha seguido expandiéndose.
Aunque el paso del Marburg a humanos no es
frecuente, la experiencia pandémica de COVID-19, ha dejado al planeta casi en
estado permanente de alerta. Y la zoonosis, cuando un microorganismo patogénico
salta de un animal al ser humano, es una realidad científica.
Cuando el Marburg infecta a humanos provoca una
fiebre hemorrágica severa y muchas veces fatal: mata en el 50% de los casos.
El portador natural de Marburg son los murciélagos.
En sus migraciones del este a oeste del continente, y viceversa, va dejando el
virus a su paso. Otras zonas del globo están a horas de avión.
Los virus que causan fiebre hemorrágica (VHF)
pueden transmitirse a las personas cuando entran en contacto con animales o insectos infectados.
Para muchos de estos gérmenes, la transmisión de
persona a persona puede continuar, a menudo a través del contacto directo o en
centros de atención médica sin procedimientos adecuados de control de infecciones.
El Marburg se registró por primera vez en 1967, en
un brote que afectó a las ciudades alemanas de Marburg (de ahí tomó el nombre
el virus) y Frankfurt; y a Belgrado, la capital de la vieja Yugoslavia. Causó
31 infecciones y 7 muertes entre científicos que manipularon tejidos de monos
infectados.
Los monos habían sido trasladados a Europa desde
África, en donde se desataron brotes de Marburg en Rhodesia y Zimbabue en
1975.
Desde entonces ha habido brotes
esporádicos en Kenia, Uganda, Rusia, Angola, Ghana y Holanda. Hubo un caso
en los Estados Unidos, que se diagnóstico luego que el paciente estaba
recuperado.
Este virus, junto con Ébola y otros cinco
microorganismos, pertenece a la familia de los filovirus: todos causan fiebres
hemorrágicas graves con una alta tasa de mortalidad.
La OMS los considera ‘Patógenos del Grupo 4 de Riesgo’,
es decir de máxima peligrosidad. Bajo las leyes de bioseguridad de Estados
Unidos, se los define como ‘Agentes Selectos’, es decir, tanto pueden generar
una epidemia mortal como ser usados para ataques bioterroristas.
La doctora Katendi Changula, experta en fiebres
hemorrágicas de la Universidad de Zambia, investigó las raíces de estos virus
en la África profunda, y concluyó en un artículo publicado en la
Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos que los filovirus pueden
seguir apareciendo en regiones en las que aún no se han manifestado, como ha
ocurrido en el pasado con el Ébola.
Changula enfatiza en su trabajo que crear
infraestructura sanitaria para poder aislar a los pacientes y mantenerlos
hidratados y con los signos vitales balanceados hasta que el mismo organismo
erradique al virus es vital para frenar estos brotes.
Los síntomas son idénticos e igual de virulentos que
los del Ébola. Comienzan luego de cinco a siete días de iniciada la infección. La hemorragia
interna puede causar vómitos y heces con sangre, y una persona puede
sangrar por la nariz, los ojos o las encías.
Hasta el momento no existe una vacuna que lo
prevenga o una medicina que lo elimine. La investigación adicional sobre
la ecología de la enfermedad puede ayudar a los científicos a comprender y, en
última instancia, controlar los patrones y procesos de transmisión del virus. HD
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