Tomar conciencia de la
vulnerabilidad
La Cuaresma
inicia con la imposición de la ceniza en la frente de todos: pastores y fieles,
misma que tiene la intención de recordarnos que somos polvo. Es decir, muy
vulnerables, extremadamente frágiles y limitados. En la vida soñamos y
planeamos. Nos llenamos de anhelos y deseos. Alcanzamos a cumplir algunos y de
otros nos quedamos en el intento de alcanzarlos. La sabiduría popular lo
expresa de manera muy sugerente: “mientras haya vida hay esperanza”. Es cierto,
teniendo vida hay esperanza de alcanzar muchas realizaciones. Pero todos somos
conscientes que la vida la tenemos prestada y que, por una brevedad de tiempo
estamos en el mundo. La vida tiene fin. Volveremos al polvo. Esa conciencia es
la que quiere insistir la cuaresma justo en su inicio.
Tentación y Transfiguración
El primer
domingo después de la ceniza, la liturgia nos ofrecerá la oportunidad de
meditar respecto de las tentaciones que sufrió Jesús en el desierto. Tres tentaciones
fundamentales en las que se resumen las tentaciones de la vida de todo
cristiano. Jesús las venció con impresionante sobriedad. No cayó a los pies de
lo fácil y la radiante solución exitosa que le propuso el tentador. Se ajustó a
seguir la ruta marcada por el Padre. El primer domingo de Cuaresma nos concede
la oportunidad de reflexionar sobre la humanidad de Jesús. El segundo domingo
nos ofrece la oportunidad de reconocer la grandeza de Jesús, su divinidad. Lo
veremos transfigurado, resplandeciente como Dios. Se completará el Credo, lo
vemos como esperamos verlo al final de nuestras vidas, después de haber luchado
contra las tentaciones.
La sed del Señor y la luz en los
ojos
El tercer
domingo nos ofrecerá la oportunidad de mirar el encuentro de Jesús con la
samaritana. Una mujer inquieta y sedienta. Inquietud de Dios y sed de
trascendencia que experimentamos a lo largo de nuestras vidas. Inquietudes que
sólo en Dios encontrarán descanso y sed que sólo encontrará saciedad en Jesús.
Él nos ofrece la oportunidad de dejar de ir por agua hasta el pozo. Él puede
hacer manar de nuestro interior un manantial de aguas puras que nos concedan
beber en nuestros propios pozos, aguas limpias, frescas, lustrales. Más
adelante, el cuarto domingo de la cuaresma nos ofrecerá la oportunidad de ver
el proceso de sanación del ciego de nacimiento. Su proceso con el Señor es el
proceso de conocimiento progresivo de todo cristiano. Él quiere dar luz a
nuestros ojos en esta cuaresma.
Yo soy la Vida
Sin falta, al
final de la cuaresma todos nos veremos identificados con Lázaro. Es el Señor
quien quiere darnos la vida en abundancia. Es Él quien nos llama salir de los
sepulcros en los que nos hemos recluido pensando que estamos viviendo. Al final
de este proceso de conversión serio y completo que es la cuaresma todos
escucharemos su voz, llamándonos por nuestros nombres a salir del sepulcro en
el que nos hemos atrincherado. Él es la Vida y nos quiere vivificar. Nos quiere
vivos. FOG
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