“Un sábado estaba enseñando en una de las
sinagogas. Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía
dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Al
verla Jesús, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y le
impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios” (Lc).
El milagro es uno más de esa siembra de alegría de Jesús sobre los hombres, la
libera del mal espíritu y la sana el cuerpo para que pueda vivir erguida ante
Dios y ante los hombres. Pero una vez más el hecho de haber curado en sábado va
a crear problemas.
No se
permite curar en sábado
“Tomando la palabra el jefe de la sinagoga,
indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre: Seis días hay
en los que es necesario trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados, y no en
día de sábado. El Señor le respondió: ¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros ¿no
suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? Y a ésta que
es hija de Abrahán, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no era
conveniente soltarla de esta atadura aun en día de sábado? Y cuando decía esto,
quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por
todas las maravillas que hacía” (Lc). El escándalo farisaico tiene raíces
ocultas, que son puestas a la vista en las duras reprimendas que Jesús les
dedicó en la comida en casa del fariseo. Entre los fariseos ya se ha corrido la
voz de enfrentarse con Él, y lo hacen. Poco parece importar la alegría de la
mujer y su liberación; tienen la mirada oscurecida por el legalismo y por el
odio a Jesús. El pueblo se alegra con la respuesta de Jesús sobre la hipocresía
y por su valentía. EC
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