Hacer ejercicio frecuentemente se asocia a muchas
bondades, como perder peso, reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares,
aumentar la agudeza mental y mejorar la calidad del sueño.
Otro aspecto que se ha estudiado en los últimos años,
y todo parece indicar que puede añadirse a la lista de beneficios, es ayudar a
la microbiota o flora intestinal.
La microbiota o flora intestinal es un conjunto de
bacterias que viven en el intestino, de las cuales obtenemos diferentes
beneficios, como un sistema inmunitario más eficiente o la posibilidad de
absorber nutrientes importantes para el correcto funcionamiento del organismo.
El doctor Jorge Perdomo explica “A pesar del cuidado
que tenemos con los alimentos [al lavarlos, desinfectarlos o cocinarlos] es
imposible evitar que microorganismos (como bacterias) entren a nuestro
organismo cuando comemos (o incluso cuando respiramos)”.
Por este motivo, existen bacterias en el sistema
digestivo que aprendieron a sobrevivir sin dañar a nuestro organismo e incluso
nos ayudan a poder aprovechar los nutrientes de los alimentos. “Esto es a lo
que le llamamos flora intestinal”, afirma Perdomo.
Como ejemplo, en la misma publicación se menciona que
gracias a estos microrganismos somos capaces de digerir distintos alimentos o
nutrientes esenciales para una dieta saludable, como leche, fibra o vitaminas,
como la K o B12.
Además de mejorar la absorción de nutrientes, la
microbiota actúa como primera línea de defensa contra infecciones gastrointestinales.
“Cuando una bacteria ‘mala’, como la Salmonella,
entra en el sistema digestivo, los microorganismos [de la microbiota] producen
sustancias parecidas a los antibióticos que ayudan a evitar que estas bacterias
crezcan y produzcan una infección. Este sistema de defensa es muy efectivo y es
lo que nos mantiene libres de infecciones después de cada una de las comidas
que realizamos”, señala Perdomo.
Los especialistas resaltan que ciertos factores pueden
causar daño a la microbiota intestinal, favoreciendo infecciones bacterianas,
parasitarias o virales:
·
Enfermedades que causan
inflamación del intestino (como el síndrome de intestino irritable).
·
Ser sedentario.
·
Sufrir estrés u otros
problemas de salud mental.
·
Tener una mala alimentación.
·
Tener un sistema inmunitario
comprometido.
·
Usar antibióticos
excesivamente (especialmente cuando no hay una infección de por medio).
Para cuidar la microbiota intestinal es importante
tener una alimentación adecuada, rica en frutas y
vegetales, probióticos y fibra soluble. Esto se puede conseguir
incluyendo alimentos como ajo, cebolla, cereales, espárragos, manzanas,
productos integrales, o lácteos y sus derivados.
Otra forma de ayudar a estas bacterias beneficiosas es
mediante el ejercicio.
Impacto
del ejercicio sobre la microbiota
Hacer ejercicio regularmente ayuda a tonificar los
músculos, y aumenta la fuerza y resistencia. También suministra oxígeno y
nutrientes a los diferentes tejidos del organismo, favoreciendo la función de
distintos sistemas, como el circulatorio, pulmonar y digestivo.
Sobre este último se centraron diferentes estudios,
específicamente analizando el impacto de la actividad física en la microbiota
intestinal. Los resultados son prometedores por lo que los expertos instan a
las personas a realizar ejercicio para cuidar la flora intestinal.
Un estudio publicado en Oxidative Medicine and
Cellular Longevity concluyó que “el ejercicio puede utilizarse como
tratamiento para mantener el equilibrio de la microbiota o para reequilibrar su
eventual disbiosis (alteraciones), obteniendo así mejoras en el estado de
salud”. Los investigadores afirman que hacer ejercicio frecuentemente puede:
·
Enriquecer la diversidad de la
microbiota.
·
Estimular la proliferación de
bacterias capaces de modular la inmunidad de las mucosas, produciendo
sustancias que brindan protección contra trastornos gastrointestinales y cáncer
de colon, entre otras afecciones.
·
Mejorar la relación entre
distintas bacterias, que potencialmente pueden contribuir a reducir el peso,
las patologías asociadas a la obesidad y los trastornos gastrointestinales.
Otro estudio, publicado en Nature, halló
que los beneficios del ejercicio sobre la microbiota también alcanzan a los
niños. Los autores llegaron a este hallazgo tras someter a 39 niños obesos a un
programa de entrenamiento combinado de fuerza y resistencia durante 12 semanas.
“El entrenamiento físico podría considerarse una
terapia no farmacológica eficaz, que reduce las vías de señalización
inflamatorias inducidas por la obesidad en los niños a través de la modulación
de la microbiota”, concluyeron.
Otro grupo de investigadores, que publicó su trabajo
en Exercise and Sport Sciences Reviews, advirtió que, aunque se ha
aprendido muchos en los últimos años acerca de cómo el ejercicio influye positivamente
en las comunidades bacterianas que viven en el intestino, son necesarios más
estudios que profundicen ciertos aspectos.
Entre los interrogantes que plantean se encuentra: “¿Qué
frecuencia, modo o intensidad de ejercicio es mejor? ¿Cómo afecta el ejercicio
al microbioma intestinal en niños o ancianos? ¿En estados sanos o enfermos?
¿Cómo interactúa el ejercicio con la dieta en la configuración del microbioma
intestinal? ¿Los probióticos o prebióticos influyen en las respuestas
intestinales a una intervención de ejercicio? ¿Qué pasa con el ejercicio de
resistencia?”.
Mientras tanto, recuerda que cada vez que haces
ejercicio no solo estarás mejorando tu capacidad pulmonar, fuerza o
resistencia, sino también ayudando a un grupo de microrganismos beneficiosos
que viven en tu intestino. HD
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