Los
Doce tratan de impedir la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es
decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que las esclaviza,
devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre preocupado por hacer el
bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo
que, a su juicio, es muy grave: «No es de los nuestros».
Los
Doce no toleran la actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les
parece inadmisible. Solo a través de la adhesión a su grupo ha de llevarse a
cabo la salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que hace aquel
hombre. Les preocupa que no esté con ellos.
Jesús,
por el contrario, reprueba de manera rotunda la actitud de sus discípulos.
Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya, de alguna manera,
vinculado a Jesús y a su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que
monopolizar la salvación de Dios.
Los
Doce quieren ejercer un control sobre la actividad de quien no pertenece a su
grupo, pues ven en él un rival. Jesús, que solo busca el bien del ser humano,
ve en él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor
nuestro».
La
crisis que sufre hoy la Iglesia es una oportunidad para que los seguidores de
Jesús recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con
éxito nuestra propia religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.
Por
eso no hemos de vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se
ajustan a nuestros deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de la Iglesia
de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Él nos invita más bien
a alegrarnos de lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar
haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque
luchan por la misma causa: un ser humano más digno de su condición de hijo de
Dios. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario