La Iglesia nunca ha
querido servirse de estos acontecimientos sobrenaturales para promover la fe
católica o la misma imagen de la Iglesia. Al contrario, siempre ha adoptado una
actitud de reserva, dando más importancia a las virtudes y al testimonio de
vida que al carácter sobrenatural de los que han recibido la estigmatización en
su cuerpo.
El último caso que
ha dado la vuelta al mundo es el Padre Pío. Aunque el Padre Pío llevó durante
53 años la herida de los estigmas en sus manos, en sus pies y en su costado, la
Iglesia nunca quiso hacer alarde de ello. Las llagas permanecían cerradas todos
los días y sólo se abrían y sangraban los viernes. Las fotos que existen fueron
tomadas de manera espontánea por gente que se saltó la prohibición de
fotografiar las manos del capuchino. A pesar de la evidencia del caso, la
Iglesia nunca declaró oficialmente que los estigmas del P. Pío fueran de origen
divino.
Los estigmas no se
han producido en gente neurótica, trastornada o hipocondríaca. La psiquiatría
experimental afirma que no pueden ser simples fluxiones o supuraciones de
sangre producidas por el poder de la imaginación, ya que las heridas aparecen y
sangran sin ninguna intención ni esfuerzo por parte del estigmatizado.
Los estigmas se han
dado siempre de manera instantánea, causando gran sorpresa e impresión en
quienes los han recibido. Las llagas nunca han supurado y su sangre se ha
mantenido siempre fresca y limpia. Además, han sido heridas que no se curan
nunca y que permanecen un gran número de años sin que pueda darse una
explicación médica o científica. Es cierto también que algunos ilusos se han
dejado llevar por un fanatismo exagerado y han fingido llevar las huellas de
las llagas de Cristo (Caso: Giorgio Bongiovanni). No hay que dejarse llevar por
quienes tratan de apantallar. Ni en la vida, ni mucho menos, en la fe.
Han sido muy pocos
quienes a lo largo de la historia han recibido realmente en su cuerpo la
impresión de los estigmas. Siempre ha sido gente excepcional, virtuosa, probada
en el dolor y convencida de la fe. Gente que ha recibido un don del que nunca
se han sentido merecedores ni dignos. Gente que nos recuerda que es maravilloso
imitar a Jesús. En las sonrisas y en las heridas. En todo. Y ofreciendo el
dolor de sus heridas para que haya más sonrisas en todos. Como Jesús.
Los estigmas, desconcertante signo de la
pasión de Cristo. Entrevista con el catedrático de espiritualidad Tito Paolo
Zecca
Los estigmas, signo
distintivo de la pasión de Cristo, se han convertido en el centro de un debate
teológico muy interesante.
Desde Francisco de
Asís (primer santo de la historia en que se ha podido comprobar este fenómeno)
hasta el santo Pío de Pietrelcina (uno de los últimos casos) se han dado unos
250 casos de personas con estigmas, en la mayoría de los casos con comprobación
científica. Pero, ¿qué significan esas llagas dolorosas en las manos y en los
pies de personajes que en algunos casos, con su espiritualidad, han cambiado la
historia del mundo y del cristianismo?
Para comprender
mejor el debate, Zenit ha entrevistado al padre pasionista Tito Paolo Zecca,
profesor de Teología pastoral y espiritualidad en la Universidad Pontificia de
San Juan de Letrán y en el Ateneo Pontificio Antonianum de Roma. Este
catedrático, que ha dedicado investigaciones y libros al argumento, es uno de
los máximos expertos mundiales en la materia.
Acaba de presentar
sus últimos descubrimientos en una conferencia dictada sobre «El Crucifijo de
la Sábana Santa y las personas con estigmas» en el centro de Sindonología del
Caravita, en Roma.
¿Cuál es el significado de los estigmas?
En el misterio de
la resurrección de Jesús, el Evangelio muestra cómo no han quedado canceladas
sus llagas. Los estigmas representan un signo de lo que sufrió Cristo durante
la pasión, y por tanto constituyen un dato teológico en el que hay que
profundizar mucho más de lo que hemos hecho hasta ahora. En el Evangelio de
Juan, cuando Jesús entra en el Cenáculo con las puertas cerradas y saluda a los
discípulos, muestra los estigmas para identificarse. A santo Tomás le dice:
«Mete tu dedo en mi costado». La consternación de los apóstoles es también un
hecho revelador de este misterio. Este fenómeno muestra la eficacia de la
salvación de Cristo en la Cruz y permanece de manera particular en el signo de
los estigmas, convirtiéndose en un dato distintivo de la eficacia redentora y
salvadora de la fe.
Ha habido 250 casos de santos y beatos que
han tenido los estigmas. ¿Cuál es el significado histórico de este signo?
Es un dato
particular de la espiritualidad y de la mística occidental. A partir de san
Francisco, hemos tenido un número significativo de santos y beatos que han
vivido la experiencia desconcertante de la reproducción en su cuerpo de los
estigmas de Cristo. Hasta ahora, la investigación ha subrayado el carácter de
configuración e imitación de Jesús, que surge de la intensa relación personal
que han mantenido con él estas personas. Sin embargo, se ha analizado muy poco
el papel que estos santos y beatos han desempeñado en la Iglesia. No se ha
reflexionado suficientemente en la misión particular que está ligada a los
estigmas.
¿Puede poner algún caso concreto?
Por ejemplo, san
Francisco de Asís recibió los estigmas cuando todos sus proyectos de santidad
--fundación de la Orden, aprobación de la regla primitiva, viaje a Palestina--
habían fracasado. Se encuentra solo y abandonado. La configuración con el
Crucificado le consuela, pero al mismo tiempo el sufrimiento de los estigmas se
convierte en un bien para su Orden y en un mensaje para toda la Iglesia.
El sucesor de san
Francisco, Fray Elías, entendió el significado de los estigmas y así lo subrayó
en la carta que dirigió a todos los fieles.
Este mismo mensaje
y misión de los estigmas puede constatarse en Santa María Magdalena de Pazzi y
en santa Catalina de Siena. En el siglo que acaba de concluir esta misión se
constata con claridad en personajes como santa Gemma Galgani (fallecida en
1913), el beato padre Pío de Pietrelcina (1887-1968), y Marthe Robin (mística
francesa fallecida en 1981 de quien se están estudiando sus escritos antes de
emprender el proceso de beatificación).
Marthe Robin se ha
hecho conocida después de que el famoso escritor Jean Guitton escribiera el
libro «El viaje inmóvil» Durante cuarenta años esta mujer estuvo sin moverse en
su lecho. Al igual que Gemma Galgani y Pio de Pietrelcina, ha dado vida a
muchísimos grupos de espiritualidad y oración en todo el mundo.
¿Qué es lo que experimenta quien recibe los
estigmas de la pasión de Cristo?
Se trata de una
experiencia de alegría y dolor. El Señor es siempre el que toma la iniciativa.
Los destinatarios de los estigmas consideran esto como una inmensa gracia, de
la que no se sienten dignos. De hecho piden al Señor que se la quite, pues se
avergüenzan. Esta actitud es evidente en el padre Pío. El santo de Pietrelcina
muestra claramente cuál es la misión de quien lleva los estimas. El padre Pío
funda grupos de oración y la Casa de Alivio del Sufrimiento (un gran hospital),
realizando una obra concreta para aliviar los sufrimientos físicos. Además, a
través de la oración, profundiza en la capacidad de intercesión de las personas
unidas a quien padece los estigmas que renueva el mundo, lo salva y lo protege.
Pero, entonces, ¿por qué da el Señor esta «gracia»
a ciertas personas?
La respuesta está
precisamente en su misión. Es un servicio que la Iglesia necesita en un momento
particular de su historia. Es como un signo profético, un llamamiento, un dato
sorprendente capaz de recordar a los hombres las cosas esenciales, es decir, la
conformación con Cristo y la salvación de Cristo que con sus llagas nos ha
rescatado.
En cierto sentido,
todos nosotros llevamos los estigmas, pues con el bautismo estamos sumergidos
en la vida de Cristo, que nos permite participar en el misterio pascual de su
muerte y resurrección. En su pequeñez, cada uno de nosotros lleva los estigmas.
Si los lleva con espíritu de fe, esperanza, valentía y fortaleza, estas llagas,
que pueden ser purulentas y que no cicatrizan nunca, pueden servir para curar a
los demás.
En definitiva, los
estigmas representan la aceptación consciente de la Cruz vivida
espiritualmente. II/TPZ
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