Gran revuelo ha causado la Declaración Fiducia supplicans del Dicasterio para
la Doctrina de la Fe, aprobada por el Papa Francisco, sobre la posibilidad de
impartir una bendición a personas en situaciones llamadas irregulares (porque
no viven según la regla católica inspirada en la Biblia). Son quienes viven en
unión libre sin sacramento del matrimonio, los divorciados vueltos a casar y,
en particular, las parejas del mismo sexo que conviven maritalmente. Se
explican las razones para estas bendiciones y las condiciones para darla. ¡No
sé por qué tanto ruido, si eso se ha hecho muchas veces!
Tengo
unos sobrinos que se casaron por la Iglesia (yo presidí su boda), pero luego se
separaron de su pareja y ahora viven con otra mujer. Con frecuencia me piden
una bendición y nunca he tenido problema de conciencia para concedérsela. No están
pidiendo una convalidación de su nueva unión, no les doy la comunión
sacramental, sino que sólo les encomiendo a Dios para que les libre del mal y
les vaya bien. Ellos y todas las personas saben que no estamos celebrando un
nuevo sacramento matrimonial, sino pidiendo a Dios que les conceda su favor.
¡Esto lo he hecho siempre! Nunca les niego el bautismo de sus hijos. Aún más,
al final de ese sacramento, como está indicado en el Ritual del Bautismo de
Niños, con la fórmula litúrgica que indica el mismo ceremonial de la Iglesia
desde hace muchos años, doy la bendición a la mamá, al papá y a los presentes.
Esta bendición litúrgica no es equivalente al sacramento del matrimonio, y
todos están conscientes de ello. Lo mismo hacemos con personas que viven en unión
libre. Si es posible, les exhortamos a que formalicen sacramentalmente su
unión, pero nadie entiende que, por bautizar a sus hijos y dar la bendición a
sus padres, eso sea equivalente al sacramento matrimonial.
La
cosa se complica con parejas del mismo sexo que conviven maritalmente. La
Declaración del Dicasterio es muy clara cuando afirma en varias ocasiones que
bendecirles no es un sacramento, no es una aprobación de su situación, no es
bendecir el pecado en que jurídicamente están, sino sólo una súplica hecha en
forma espontánea, no litúrgica, para que Dios les ayude, les libre del mal y
les acompañe. Esto a nadie se puede negar. Aunque no es equiparable el caso,
bendecimos a borrachitos, a drogadictos, incluso a narcos, y no por ello
aprobamos su vida. Bendecimos animalitos, casas, vehículos, comercios, etc., y
las personas valen mucho más. Hace tiempo, pidieron a un sacerdote que
bendijera un local comercial; lo hizo sin problema; pero luego se enteró de que
era un prostíbulo... ¿Se puede borrar la bendición? No se bendice la práctica
de la prostitución; ojalá que la bendición ayude a quienes viven de ello a que
se arrepientan y cambien de vida.
Un
sacerdote muy amigo tiene un sobrino nieto que vive en Francia. Hace poco vino
a visitar a sus padres y a la familia, pero es gay y trajo a su pareja, de la
misma tendencia, con quien convive. Aunque la familia y el sacerdote no
aprueban esa unión, no lo pueden rechazar, pues es su hijo o sobrino. Cuando
regresó a Francia, le pidieron a Dios que le vaya bien. Esto no es legitimar
esa unión, sino sólo suplicar la misericordia de Dios.
DISCERNIR
Comparto algunas frases del documento citado, ratificadas en una posterior nota
de prensa: “La presente Declaración se mantiene firme en la doctrina
tradicional de la Iglesia sobre el matrimonio, no permitiendo ningún tipo de
rito litúrgico o bendición similar a un rito litúrgico que pueda causar
confusión. Y es precisamente en este contexto en el que se puede entender
la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las
parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni
alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio”.
“Son inadmisibles
ritos y oraciones que puedan crear confusión entre lo que es constitutivo del
matrimonio, como «unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una
mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos», y lo que lo contradice.
Esta convicción está fundada sobre la perenne doctrina católica del matrimonio.
Solo en este contexto las relaciones sexuales encuentran su sentido natural,
adecuado y plenamente humano. La doctrina de la Iglesia sobre este punto se
mantiene firme”.
“Dado que la Iglesia
siempre ha considerado moralmente lícitas sólo las relaciones sexuales que se
viven dentro del matrimonio, no tiene potestad para conferir su bendición
litúrgica cuando ésta, de alguna manera, puede ofrecer una forma de legitimidad
moral a una unión que presume de ser un matrimonio o a una práctica sexual
extramatrimonial”.
“En su misterio de
amor, a través de Cristo, Dios comunica a su Iglesia el poder de bendecir.
Concedida por Dios al ser humano y otorgada por estos al prójimo, la bendición
se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación. Es un mensaje positivo
de consuelo, atención y aliento. La bendición expresa el abrazo misericordioso
de Dios y la maternidad de la Iglesia que invita al fiel a tener los mismos
sentimientos de Dios hacia sus propios hermanos y hermanas”.
“Quien pide una
bendición se muestra necesitado de la presencia salvífica de Dios en su
historia, y quien pide una bendición a la Iglesia reconoce a esta última como
sacramento de la salvación que Dios ofrece. Buscar la bendición en la Iglesia
es admitir que la vida eclesial brota de las entrañas de la misericordia de
Dios y nos ayuda a seguir adelante, a vivir mejor, a responder a la voluntad
del Señor”.
“Es Dios que
bendice... Nosotros para Dios somos más importantes que todos los pecados
que nosotros podamos hacer, porque Él es padre, es madre, es amor puro, Él nos
ha bendecido para siempre. Y no dejará nunca de bendecirnos”.
ACTUAR
Tengamos
un corazón como el de Dios. Nos bendice siempre, pues somos sus hijos, aunque
no aprueba ni bendice nuestros pecados. Jesús es cercano y misericordioso con
los pecadores, pero siempre nos invita a convertirnos, a dejar de pecar, para
vivir como hijas e hijos del Padre Dios. El evangelista Marcos dice que la
primera predicación de Jesús es: “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15). Que el Espíritu Santo y la
Virgen María nos ayuden. FAE
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