Dios, en su infinita sabiduría, te escogió. Te llamó por
tu nombre y te hizo su hijo. Desde antes que pisaras esta tierra, había un
propósito divino trazado solo para ti. Este amor es tan profundo que, de todos
sus tesoros celestiales, decidió ofrecer el más grande: su Hijo único.
El Sacrificio Supremo
Jesús vino a la tierra con un solo propósito, una misión
santa: salvarte. En cada paso que dio, en cada palabra que pronunció, estaba
impregnado el amor más puro. Jesús conocía el sufrimiento que había de
enfrentar; sin embargo, por amor a ti, lo aceptó. Soportó burlas, dolor y la
cruz, llevando sobre sus hombros el peso de nuestros pecados, todo para que
pudiéramos tener una relación eterna con Dios.
La cruz, que parecía el mayor acto de derrota, se
convirtió en la mayor victoria. Jesús murió, pero su resurrección fue el acto
culminante de amor y poder. Se levantó del sepulcro para que tú tuvieras
esperanza, para que supieras que no hay nada más grande que el amor que Él
siente por ti.
El Don de la Vida Eterna
Este amor te invita a vivir una vida plena, una vida que
nunca termina. En su amor encuentras no solo salvación, sino también propósito
y sentido. No estás solo, nunca lo has estado. Su promesa es estar a tu lado,
guiándote en cada paso de tu camino.
Reflexión Final
¿Cómo puedes responder a este amor tan grandioso? ¿Cómo
verás tu vida a la luz del sacrificio que Él hizo por ti? Cada día es una nueva
oportunidad para vivir bajo la promesa de su amor, para entregarte
completamente y confiar en su plan perfecto.
Preguntas para Meditar
No hay comentarios.:
Publicar un comentario