Sucedió en la vida de San Felipe Neri, como nos lo
presenta un testigo en el proceso de canonización: Haber visto al Santo
revestido con una vieja alba y unos pobrísimos ornamentos, retirándose con lágrimas
porque se le impedía decir Misa. Debe ser lo más tremendo que le pueda suceder
a un sacerdote: el que no se le deje celebrar la Santa Misa. Y una de las
novedades de las cuales se lo acusaba injustamente a San Felipe Neri era
precisamente ésa: la de exhortar a los sacerdotes a decir Misa todos los días y
a los fieles a comulgar frecuentemente.
Por eso, que este ejemplo de su vida simplemente
nos sirva para llegar a darnos cuenta de lo que significaba la Eucaristía para
San Felipe Neri, y para tomar pie para seguir con nuestro tema: el por qué la
Eucaristía da la gracia, por qué la Eucaristía da la vida.
·
En primer
lugar, porque la Eucaristía, es el mismo Cristo. La
Eucaristía no solamente nos da la gracia santificante y la gracia propia del
sacramento, sino que, además, nos da al mismo Autor de la gracia, que se presentó
a sí mismo como “la Vida”.
·
En
segundo lugar, porque en la Eucaristía se nos da la víctima que se
inmola. Por tanto, participamos -al recibir la víctima del sacrificio-
del sacrificio eucarístico, del sacrificio del altar, que no es otro que el
sacrificio de la Cruz, aunque en “especie aliena”, en especie ajena.
·
En tercer
lugar, la Eucaristía nos da la vida por el modo mismo
de este sacramento. ¿Cuál es ese modo? Este sacramento se nos da a
modo de comida y bebida. Así entonces, de esta manera todo lo que hacen la
comida y la bebida materiales en la vida corporal, hace este sacramento, comida
y bebida espiritual, en orden a la vida espiritual de los cristianos. Y ¿qué es
lo que hace la comida y la bebida material en orden al cuerpo para así entender
lo que hace la comida y bebida espiritual en orden al alma?
La comida
y bebida material hacen cuatro cosas: sustentar, aumentar, reparar y deleitar.
Y esas cuatro cosas son las que hace este sacramento en nuestras almas:
1) Sostiene nuestra
vida espiritual, la conserva, la mantiene y la sustenta.
2) Aumenta, pero con
esta diferencia: así como es necesaria la comida material para que el cuerpo
del hombre crezca hasta que llegue hasta su plenitud, pero luego comienza a
decrecer, por el contrario, la comida y la bebida espirituales al hombre le
hacen crecer durante toda su vida porque siempre le van produciendo un aumento
de la gracia, que va llevando al hombre hasta la medida de la edad perfecta en
Cristo.
3) Repara. Ciertamente
que, debido a los trabajos del día y al desgaste que hacemos de calorías,
necesitamos reparar esas energías. Para eso está la comida y la bebida
material, pero de manera especial, en la vida espiritual, los ataques del
demonio, las tentaciones, las arideces, el polvo del camino en este peregrinar
que se nos va pegando, las dificultades de adentro, de afuera, la carne, el
mundo, el demonio, nos hacen perder fuerza espiritual. ¿Cómo recuperamos esas
fuerzas espirituales? ¿Cómo se repara la pérdida que puede haber? Con la
Eucaristía.
4) Y por si fuese poco, la Eucaristía deleita.
Por eso, la Eucaristía siempre es un manjar para el paladar del sacerdote, como
tiene que ser un manjar para el paladar de aquél que se va preparando al
sacerdocio. Y deleita la Eucaristía por ser el mismo Cristo y por ser el Cristo
que es Víctima y por ser el Cristo que se nos da como comida y bebida de una
manera inefable. Esto se ha mostrado de manera extraordinaria en algunos casos
en la historia de la Iglesia; pero de manera ordinaria se manifiesta todos los
días al recibir el Pan de los ángeles.
Por eso decía San Ambrosio: “este pan es de vida
eterna, pues sustenta la sustancia de nuestra alma”.
Y San Juan Crisóstomo: “se deja tocar,
comer y abrazar por quienes lo desean”.
No por nada dijo el Señor: “Mi carne es
verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”.
Pidámosle a la Virgen, que fue la que dio vida a
Jesús, el comprender como ese Jesús, que es Vida, nos da vida a nosotros a través
de la Eucaristía. CMB
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