Las teorías conspirativas siempre están a la orden
del día. Pero, días atrás, un artículo publicado en Nature por Kristian
Andersen, biólogo computacional del Instituto de Investigaciones Scripps, de
Estados Unidos, y colegas que analizaron varios trabajos científicos sobre el
genoma de SARS-CoV–2 y de otros patógenos emparentados, confirmó que el agente
responsable de COVID-19 no es una construcción de laboratorio o un virus
manipulado a propósito.
Sobre las hipótesis del origen del nuevo
coronavirus, la Agencia CyTA-Leloir entrevistó a Daniel Pérez, doctor en
virología molecular, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba y radicado
en Estados Unidos, quien se ha especializado en las universidades de Nebraska y
Maryland y en el St. Jude Children’s Research Hospital, de Memphis.
Actualmente, Pérez trabaja en la Facultad de
Veterinaria de la Universidad de Georgia, en Athens, donde enseña y estudia,
entre otros temas, los cambios que permiten que el virus influenza pase de
especies animales a humanos.
¿Qué se podría deducir sobre el origen del nuevo coronavirus?
Los datos sugieren un origen en alguna de las 160
especies de murciélagos de la fruta, lo cual es consistente con la noción de
estos animales como un gran reservorio natural de coronavirus y otros como
paramixovirus, filovirus (incluyendo el Ébola) y otros con potencial zoonótico.
¿Y se descarta que pudiera haber sido “hecho en el laboratorio"?
El análisis de secuencias genómicas hecho por los
autores del artículo en Nature creo que claramente exime de esa posibilidad: la
cantidad y combinación de mutaciones que muestra el SARS-CoV-2 no son posibles
de crear en el laboratorio.
De hecho, las mutaciones en la zona de unión al
receptor humano ACE2 son de menor afinidad que las equivalentes en SARS-CoV-1,
que provoca síndrome respiratorio agudo severo (SARS), una enfermedad
respiratoria contagiosa y a veces mortal que apareció por primera vez en China,
en noviembre de 2002, y luego se propagó por el mundo.
Si alguien hubiera querido crear el SARS-CoV-2, lo
más lógico habría sido hacerlo igual al SARS-CoV-1 en una región que tiene alta
afinidad para acoplarse a células humanas y eso no es así. Por otra parte,
SARS-CoV-2 tiene una región de clivado en la glicoproteína S de superficie que
es poco común y, a priori, no sería compatible con lo que conocíamos hasta
ahora de estos virus.
Los autores del estudio también se debaten acerca de la posible
existencia de un hospedador intermediario.
Así es, es un punto debatible. Los autores
consideran dos hipótesis: 1) de murciélago a humanos y posterior transmisión
limitada entre humanos y signos de infección poco discernibles o 2) un
hospedador intermedio, el pangolín (un mamífero cubierto de escamas), que
'ayudó' a que el virus mutara en una versión más agresiva al humano. O quizás
una combinación de ambas opciones.
Tampoco podemos descartar la posibilidad de que el
virus de pangolín viene de una versión ancestral de otro de murciélagos que se
transfirió a humanos y de ahí a pangolines, y que en ambas especies los virus
empezaron a tomar una trayectoria evolutiva diferente.
¿Por qué es importante conocer los orígenes de una pandemia?
El monitoreo y estudio constante de los patógenos
que circulan en el reino animal quizás no ayude a la prevención de una
pandemia, pero nos permite entender su origen. Por ejemplo, el ancestro más
cercano al SARC-CoV-2 es un virus de murciélagos RaTG13, al menos en el sector
del reconocimiento de receptor, lo cual nos ayuda a entender y predecir mejor
algunas de las características que hacen al SARS-CoV-2 más infeccioso a los
humanos.
Sin esa secuencia y las secuencias previas de tantos
otros coronavirus, estaríamos a ciegas sin poder ni siquiera conjeturar en los
atributos moleculares que hacen al SARS-CoV-2 un virus pandémico. Mientras más
y mejor podamos caracterizar los patógenos que circulan en el reino animal,
mejores equipados vamos a estar para combatir a aquellos en los que
identificamos características propias de infección en humanos. Es tan
importante entender aquellos que causan enfermedad en humanos como aquellos que
no lo hacen.
Hasta el momento, se han reportado más de 60 virus que pueden ser
transmitidos al hombre por diferentes especies de murciélagos, por lo que son
considerados la mayor fuente de virus zoonóticos en el mundo. ¿Deberían
impulsarse más este tipo de investigaciones a la luz de esta nueva pandemia y
otras enfermedades zoonóticas?
Absolutamente. Es de suma importancia conocer con
el mayor detalle posible el espectro de patógenos que circulan en animales
salvajes y domésticos. Y es más importante aún mantener una visión
multidimensional de los factores que contribuyen a la perpetuación de
diferentes patógenos en un huésped (humano o animal).
En estos momentos las tecnologías de secuenciación
genómica han llegado a un punto tal que es perfectamente factible analizar el
microbioma y viroma de una muestra y hasta descubrir nuevos patógenos que no nos
imaginábamos que existían.
Las tecnologías de secuenciación de nueva
generación están revolucionando también al diagnóstico como hace 30 años lo
hizo el diagnóstico molecular por PCR. Solo es cuestión de crear las
condiciones para que una camada nueva de investigadores pueda tener la
infraestructura y financiamiento adecuado para concretarlo. BP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario