En el 657 Batilde quedó viuda y regente del reino en nombre de su hijo Clotario. Con la guía del abad Genesio, se dedicó a las obras de caridad, ayudando a los pobres y a varios monasterios. Luchó denodadamente contra la simonía y contra la esclavitud, que quedó prohibida para los cristianos, mientras que rescató muchos esclavos con su propio dinero.
Igual que en el caso de otras santas reinas de aquel lejano período histórico, llegada la mayoría de edad de su hijo Clotario III, se retiró (antes del 673) al monasterio de Chelles, en la diócesis de París, al que ella misma había hecho restaurar por penitencia en el 662. En el monasterio se puso humildemente al servicio de las religiosas, y vivió allí por cerca de 7 u 8 años. Murió el 30 de enero del 680 y fue sepultada en Chelles, junto a su hijo Clotario III, muerto antes que ella, en el 670. La tumba de Batilde fue meta de peregrinaciones de fieles, atraídos por la fama de sus milagros. En el 833 se hizo un traslado de reliquias a la iglesia de la Madre de Dios en Chelles. La fiesta local es el día 26 de enero.
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