Un día en que el santo pasaba frente a un toro de bronce que se hallaba en el pórtico de un templo de Baco, un sacerdote pagano le golpeó en la boca con el pomo de su espada, porque se negaba a ofrecer sacrificios a los dioses. El obispo retuvo el arma entre los dientes y el sacerdote, en un violento esfuerzo por recuperarla, se degolló a sí mismo. El incidente provocó instantáneamente la conversión de los paganos que lo presenciaron.
En el quinto año del gobierno de san Juvenal, las tropas de ligurianos y sármatas que habían tomado Terni, atacaron la ciudad de Narni. San Juvenal subió a la muralla, donde entonó el salmo 35 y oró en voz alta por el pueblo. Apenas acababa la asamblea de responder: «Amén», cuando se desató una violenta tempestad en la que perecieron ahogados tres mil hombres del enemigo. Así se salvó la ciudad de Narni. El santo gobernó su diócesis durante siete años y murió hacia el año 376. San Gregorio el Grande habla varias veces de san Juvenal y le presenta como mártir; pero parece que le confunde con otro san Juvenal que fue martirizado en Benevento.
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