Texto del Evangelio (Lc 9,51-62): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de
su asunción, Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió
mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos
para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a
Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres
que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les
reprendió; y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban
caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le dijo:
«Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro dijo: «Sígueme». Él
respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre». Le respondió: «Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios».
También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los
de mi casa». Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia
atrás es apto para el Reino de Dios».
«Sígueme»
Comentario: Pbro. José MARTÍNEZ Colín
(Culiacán, México)
Hoy, el Evangelio nos invita a
reflexionar sobre nuestro seguimiento de Cristo. Importa saber seguirlo como Él
lo espera. Santiago y Juan aún no habían aprendido el mensaje de amor y de
perdón: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» (Lc 9,54). Los otros convocados aún no
se desprendían realmente de sus lazos familiares. Para seguir a Jesucristo y
cumplir con nuestra misión, hay que hacerlo libres de toda atadura: «Nadie que
(...) mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9,62).
Con motivo de una Jornada
Misionera Mundial, San Juan Pablo II hizo un llamamiento a los católicos a ser
misioneros del Evangelio de Cristo a través del diálogo y el perdón. El lema
había sido: «La misión es anuncio de perdón». Dijo el Papa que sólo el amor de
Dios es capaz de hermanar a los hombres de toda raza y cultura, y podrá hacer
desaparecer las dolorosas divisiones, los contrastes ideológicos, las
desigualdades económicas y los violentos atropellos que oprimen todavía a la
Humanidad. Mediante la evangelización, los creyentes ayudan a los hombres a
reconocerse como hermanos.
Si nos sentimos verdaderos
hermanos, podremos comenzar a comprendernos y a dialogar con respeto. El Papa
ha subrayado que el empeño por un diálogo atento y respetuoso es una condición
para un auténtico testimonio del amor salvífico de Dios, porque quien perdona
abre el corazón a los demás y se hace capaz de amar. El Señor nos lo dejó dicho
en la Última Cena: «Que os améis los unos a los otros, así como Yo os he amado
(...). En esto reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn 13,34-35).
Evangelizar es tarea de todos,
aunque de modo diferente. Para algunos será acudir a muchos países donde aún no
conocen a Jesús. A otros, en cambio, les corresponde evangelizar a su
alrededor. Preguntémonos, por ejemplo, si quienes nos rodean saben y viven las
verdades fundamentales de nuestra fe. Todos podemos y debemos apoyar, con nuestra
oración, sacrificio y acción, la labor misionera, además del testimonio de
nuestro perdón y comprensión para con los demás.
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