Necio… Así será el que amasa riquezas.
El
protagonista de la pequeña parábola del ‘rico insensato’ es un terrateniente
como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban
sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar su bienestar. La gente
los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los
más insensatos.
Sorprendido
por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve
obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no
aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en
los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su
riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...
El
rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una
lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular,
almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y
almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí
mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date
buena vida».
De
pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito
interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir
la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios:
la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
Agranda
sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su
riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce
la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni
compartir, sólo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?
La
crisis económica que estamos sufriendo es una ‘crisis de ambición’: los países
ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir
por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite
alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre.
Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.
Esta
crisis no es una más. Es un ‘signo de los tiempos’ que hemos de leer a la luz
del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras
conciencias: “Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel”. Nunca
superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de
nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de
compartir más nuestro bienestar. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario