La sociedad,
agobiada por múltiples fenómenos y situaciones, pide que se dé un cambio, tal
vez sin perspectivas muy claras ni de lo que quiere ni de lo que puede venir.
Se pone en cuestión la estructura misma de la persona humana, la identidad de
las instituciones, la explotación de recursos naturales, el uso eficiente del
dinero público y privado, la organización y funcionalidad de la realidad
política. Hay como una desesperación al no encontrar el sentido profundo de la
vida, al ver la eterna inequidad social que no se logra superar y al tener que
enfrentar los efectos perversos de salidas falaces como el narcotráfico y la
violencia.
La situación de
la población, empobrecida desde varios aspectos, contrasta con el mundo
ficticio del lujo en ciertos ambientes, del espectáculo y la diversión ajenos a
la realidad, de las maniobras políticas y económicas que no resuelven las
necesidades básicas de la gente. No hay una verdadera conciencia sobre la
dignidad de cada persona, no se da el profundo respeto que se debe a la vida
humana, no hay autoridad que proteja a las personas indefensas frente a la
violencia y la extorsión, no tenemos la calidad educativa que requieren las
nuevas generaciones, no puede admitirse que una ciudad cifre su importancia en
ser un burdel, no es aceptable que jóvenes y adultos no puedan más y se lancen
a vivir en la calle o atenten contra su propia vida.
No podemos
acostumbrarnos con indolencia a que tantas personas vivan en la pobreza, que
carezcan de lo indispensable en materia de vivienda, alimentación y salud. Esa
indiferencia es la que va aceptando que la vida no tiene valor y que, para
mantener la comodidad, se puede interrumpir la gestación de los niños en el
vientre de la madre y se puede acudir a la eutanasia mirando como una carga a
los enfermos y a los ancianos. Ante esta realidad, a todos nos urge ser
positivos y propositivos. No podemos quedarnos lamentando el mal, sino que
debemos actuar contra él; no se puede cancelar el futuro, nuestra sociedad
merece una oportunidad para salir adelante.
Pero, es inútil
esperar cambios y reformas sociales, si no se transforma lo esencial: el
corazón de cada ser humano. No nos engañemos; las reformas necesarias para
adecuar el presente a un futuro mejor, que supere la mentira, el egoísmo y la
injusticia, no vendrán si no se educa la conciencia, que genera una escala de
auténticos valores y nos hace capaces del encuentro, de la solidaridad y de la
fraternidad. Todo el que no logre este cambio será un depredador de los demás y
de la sociedad, un generador de corrupción y de crímenes, un enemigo del estado
de derecho y del bien común. Debemos hacernos conscientes que nos falta,
primero que todo, una verdadera reforma interior.
Ahí está la
misión de la Iglesia, que debe ser capaz de mostrar, ante una realidad que no
responde al proyecto de Dios y ante los espejismos que vislumbran
soluciones falsas, la verdad sobre la dignidad humana, sobre la responsabilidad
social que pesa sobre cada ciudadano, sobre los valores indispensables y
constitutivos de una nación, sobre el compromiso personal que debe superar el
mundo de las apariencias y de las posiciones cómodas, sobre la esperanza que va
más allá de lo terreno. Como Jesús, debemos seguir llamando a la conversión, a
la reforma de la mente, a la transformación del corazón para construir el nuevo
mundo que necesitamos. Ojalá veamos y actuemos antes de que sea tarde.
Por tanto,
nosotros, de modo personal y comunitario, debemos buscar hacer el bien,
trabajar para que cada familia transmita valores y enseñe a amar, influir para
que los diversos grupos e instituciones procuren mejorar la vida laboral,
social, educativa y política del país. Sabemos que debemos entregar la vida en
el servicio y la misión venciendo el mal, como Jesús, con el poder de la
verdad, del bien y del amor. No podemos sentirnos agobiados ni derrotados, sino
convocados con urgencia a trabajar por la construcción de un mundo nuevo con la
fuerza del Espíritu del Señor Resucitado. Es muy honroso y urgente el
llamamiento a ser luz y levadura del mundo. RTR
No hay comentarios.:
Publicar un comentario