Del
centro del escenario -montado en una plataforma móvil- surge un individuo con
las melenas sueltas. La cara maquillada con un negro-profundo que le chorrea
hasta la boca y le confiere un aspecto satánico. En ese instante el público
revienta coreando «¡Cooper!, ¡Cooper!, ¡Cooper!»
Efectivamente,
se trata de Alice Cooper, uno de los mayores exponentes del rock así llamado
Heavy Metal o satánico en los años 70-80’s. Sus conciertos no eran precisamente
un recital de delicadeza y buen gusto. Cooper los solía terminar destrozando a
golpes de hacha muñecos que guardaban un gran parecido con bebés. La multitud
escuchaba sus pseudo-consejos como venidos del gran gurú espiritual del heavy
metal.
“Los
viejos rockeros nunca mueren”. Pero con el tiempo algunos se convierten, y este
es el caso de Cooper que ahora se ha convertido al cristianismo para magna
sorpresa de muchos. En sus antiguos conciertos las letras de las canciones
hablaban de necrofilia, violencia, sexo, alcohol y drogas. Pero ahora toda esta
parafernalia ha quedado en el olvido. Ahora quiere dedicar su vida «a seguir a
Jesucristo».
La
razón del este cambio tan radical la explica él mismo. Cuando el alcohol estaba
haciendo zozobrar definitivamente su vida y su matrimonio, su esposa Sheryl le
llevó a un templo en el que el pastor «lanzó un sermón incendiario sobre el
infierno». El predicador despertó en el controvertido músico «las ganas de no
querer ir al infierno», y las olvidadas oraciones y creencias de su infancia
recuperaron protagonismo en su vida.
Ahora
Cooper sigue dando consejos a sus fans, pero muy diversos a los de su vida
pasada. En una entrevista en ‘Hard Music Magazine’ declaró: «No quiero convertirme
en una celebridad cristiana», porque «es muy fácil centrarse en Alice Cooper y
no en Cristo. Yo soy un cantante de rock. No soy nada más que eso. Me considero
muy abajo en la escala de cristianos conocedores».
Y
apostilla: «Yo era una cosa antes. Ahora soy algo completamente nuevo. No
juzguen a Alice por lo que solía ser. Alaben a Dios por lo que soy ahora»,
sentencia el rockero en la entrevista. Su conversión le ha hecho cambiar
también su punto de vista sobre el diablo. «Yo quiero decir: ¡tengan cuidado!
Satanás no es un mito; no vayan por ahí creyendo que Satán es una broma»,
advierte.
El
cantante sigue en activo haciendo realidad el refrán que propugna la
inmortalidad de los viejos roqueros. Sólo que ahora ya no deja serpientes sobre
el escenario ni promueve música satánica, y es fácil verle cada semana rezando
apaciblemente en una iglesia. AA
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