Sobre
todo, cuando se pierde la visión de totalidad y se pierde el equilibrio sensato.
Recalcar un aspecto parcial olvidándose del todo, conduce a una visión
subjetiva y no integral. Así acontece con las ideologías. Qué bueno es valorar
lo común y la colectividad, pero no se puede olvidar al individuo; o recalcar
al individuo que se olvide lo común. Son las deficiencias del colectivismo comunista o
del capitalismo individualista.
De aquí el gran peligro de entregar la libertad
política en favor de déspotas benévolos que se hacen cargo supuestamente de la
felicidad del bien meramente ideológico y que suscita entusiasmo. ‘Cuando
la política se convierte en un fin, la antropología de la vida buena, y no
meramente un medio, un procedimiento legal pensado para evitar los abusos del
poder y garantizar la independencia privada’, como lo afirma Luis González
Díaz, en ‘la barbarie de la virtud’. La política debe estar ordenada al bien de
todas las personas; es un medio, no un fin; respetar la dignidad y la grandeza
individual de todos y de cada uno.
En
el campo de las visiones extremas de la fe supuestamente católica, está la
postura agresiva de los defensores de la tradición, que no aceptan el Vaticano
II, y son sedevacantistas lefrevianos, es decir, que desde Juan XXIII hasta el
Papa Francisco, la sede de Pedro está vacía; ignoran que el ‘dogma no termina
en el enunciado, sino en la realidad’ como lo afirmaba Santo Tomás de Aquino.
Excluyen la posibilidad del progreso y profundización del Dogma católico y la
posibilidad de un lenguaje teológico adecuado y contemporáneo. Por el
contrario, cierta postura de los supuestamente avanzados que rompen con la
tradición y ofrecen un evangelio distinto, dándoles carta de ciudadanía
católica al feminismo radical, al antinatalismo, a la desdivinización de
Cristo, a la negación de la Iglesia como Sacramento de salvación y otras
opciones semejantes.
Tales posturas, mutuamente se excluyen destruyendo
la comunión entre las personas y entre los discípulos de Jesús,
contraria a su voluntad expresa: ‘Padre que sean uno como tú
y yo somos uno’ y su mandato de ‘amarse los unos a los otros como él nos ha
amado’ (Jn 17, 11; 15, 12).
De
aquí la gran verdad de este dicho de ética católica ‘bonum ex integra causa,
malum ex quocumque defectu’, es decir, el bien procede de una causa integra y lo malo
proviene de cualquier defecto, según la sintética y sabia
postura de Santo Tomás (Suma Teológica,
I-II q 18, a 4), el cual la toma del Pseudo Dionisio, en su obra ‘Los
Nombres Divinos’ (cap 4): ‘cualquier
defecto singular causa un mal, en cambio, el bien nace de una causa íntegra’ (quilibet singularis defectus causat malum,
bonum autem causatur ex integra causa). No hay término medio, ni grises,
pues el bien nace de la rectitud total y mal de un solo defecto.
Estas
posturas francamente sectarias finalmente, llevan a la soberbia; provocan
atrincheramientos y atomizaciones infrahumanas.
Lo
mismo pasó con los escribas y los fariseos que ultra valoraban sus juicios y
posturas, sobre la enseñanza de Jesús.
El
mismo Jesús da gracias al Padre porque los misterios del Reino los ha revelado
a la gente sencilla (cf Mt 11, 25-30), no a los que presumen
de sabios y entendidos.
La gente humilde y sencilla entronca con Jesús,
más allá de las visiones doctas de Dios y de posturas sectarias. Ellos han
seguido el camino de la carencia y del sufrimiento.
Es
Jesús el ‘Sabath’, el Descanso; ante la vida problemática actual, las
dictaduras del ruido y de la imagen; él nos ofrece el descanso interior del
espíritu y la paz de corazón, más allá de bienes técnicos, de los éxitos
clamorosos y del placer fácil.
Jesús nos invita a aprender de él que es manso y
humilde de corazón. Es el Rey de la humildad y de la
mansedumbre: desciende de su condición divina y adquiere una condición humana;
nace en un pesebre, no tiene donde reclinar su cabeza, muere en una cruz.
Además, sigue descendiendo por la santa Eucaristía en los altares de la tierra.
Contrario a la’ voluntad de poder’ de Nietzsche, inspirador del Nazismo.
Muchos problemas psicológicos, según Jung, son
causados por la ausencia de humildad.
La
barbarie de la virtud, tomada ésta de modo parcial y soberbio para el propio
engrandecimiento con la exclusión de los demás, afirmación de competitividad
salvaje al margen del espíritu solidario, contrasta con la sencillez y humildad
de Jesús, verdadera tierra fértil de todas las virtudes y al aura de la
verdadera virtud. PHCh
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